La ecuatoriana Carmen Carcelén dejó en 2017 su trabajo como comerciante de frutas para acoger en su casa, con alimento y hospedaje, a más de 20 mil migrantes.
Creció en El Juncal, una ciudad cercana a la frontera colombiana, donde tuvo una infancia muy difícil. Su padre, un alcohólico que la maltrataba, la echó a la calle cuando tenía 10 años. Mientras estudiaba y cuidaba de tres de sus hermanas, Carmen comenzó a trabajar vendiendo frutas en mercados locales. Cuando ella tenía 19 años trasladaba hasta 10 camiones de fruta hasta Ipiales, una ciudad colombiana en la frontera con Ecuador.
En 2017, tras un día en el mercado, junto a su marido se encontraron con 11 personas que les rogaban por un plato de comida: eran migrantes venezolanos, que huían de su país caminando en dirección a Perú, Chile o simplemente para quedarse en Ecuador. Fue ahí que decidió darles cobijo en su casa y comenzó una labor solidaria que continua hasta hoy.
Como es madre de 8 hijos, tenía todos los utensilios necesarios para alimentar grupos de personas y ayudar en las necesidades básicas de los migrantes. Se corrió la voz entre quienes salían de Venezuela rumbo a Ecuador, y ya para 2019 Carmen había hospedado a 14 mil personas, alimentaba hasta 300 personas al día y alojaba a veces hasta casi 140, entre los dormitorios de su casa y el espacio del jardín.
Sin pedirles nada a cambio, ni ponerles límites de tiempo en su estadía, Carmen conocida como “madre coraje” ha mostrado una solidaridad sin igual en la zona. Entre las reglas de la Casa de Acogida Juncal están la prohibición de armas, consumo de drogas y las peleas. Junto a sus hijos se reparten las tareas que permiten dar refugio y alimento a los migrantes al paso.
Si bien ha sido reconocida por su labor social por el gobierno ecuatoriano, hoy no tiene ninguna ayuda oficial y recibe de forma esporádica ayuda de ONG, los jesuitas y donaciones vecinales. Así sigue comercializando frutas para poder mantener su centro de acogida y dar apoyo a quienes lo necesita.