Gloria Barros Infante es una arquitecta que, pese a haber trabajado codo a codo con colegas reconocidos en la escena nacional, suele pasar desapercibida. Se tituló de la Pontificia Universidad Católica de Chile en 1965 y cuatro años después se asoció profesionalmente con Christian de Groote (PremioNacional de Arquitectura 1993), Víctor Gubbins (Premio Nacional de Arquitectura 2000) y Hugo Molina. Entre los proyectos del cuarteto se destacan las Oficinas Generales de la CAP en Vallenar (1971); el Hotel Ralún en Chiloé (1977); una unidad departamental de la Usina de Huachipato de CAP en Talcahuano (1979) y la remodelación del edificio del diario El Mercurio de Valparaíso, desarrollada junto con Jaqueline Pertuiset y ganadora del PremioBienal 1979.
La oficina se disolvió en 1979 y, tres años después, Barros fue contratada como personal de planta de la Subsecretaría de Vivienda y Urbanismo, donde trabajó hasta 2021. En paralelo a ese sostenido trabajo en el sector público, la arquitecta continuó colaborando con Hugo Molina: en 1991 recibieron el primer lugar por su propuesta para la Casa de la Cultura de Cantalao; en 1996 una mención honrosa por su proyecto para el Monumento Ruinas de Huanchaca en Antofagasta y, en 1999, otro primer lugar por su diseño para el nuevo liceo de la Isla de Pascua, que desarrollaron junto a Marcelo Sarovic. El establecimiento llamado Aldea Educativa abrió sus puertas en 2005.
Esta bacana es parte de la exposición “Entre líneas. Veinte voces influyentes en la historia de la arquitectura en Chile”, montada en Barco Galería (@barcogalería), y del libro Entre líneas. Relecturas de la historia a través de las arquitectas en Chile, que será prontamente lanzado por Ediciones UC. Para más información te invitamos a seguir a @patrimonioymodernidad.