Banco comunal: Alicanto, Copiapó
Cuando era niña, Rita Aburto veía a sus tías confeccionar ropa y hacer arreglos; creció rodeada de telas y pidió estudiar en un liceo que tuviera la especialización en corte y confección. Tiempo después, a los 28 años, fundó su emprendimiento “Creaciones Ritha”. La invitaron a participar de una reunión de Fondo Esperanza y se integró al
banco comunal Alicanto de Copiapó, con ese apoyo armó su propio taller.
El camino fue largo: después de terminar el liceo, Rita trabajó haciendo uniformes decolegio y otros arreglos. Se casó y se fue con su marido a vivir a Curicó, donde confeccionaba ropa para un taller desde su casa. Sufrió violencia física y psicológica. “Yo arranqué y volví a la casa de mis papás en Copiapó. Fue Ritha, mi hija de dos meses, la que me salvó la vida”, recuerda. Trabajó en una tienda que vendía telas, donde sus colegas y jefes la recomendaban cada vez que alguien preguntaba por una modista y así pudo independizarse.
En 2016 Rita se unió a un grupo de mujeres respaldadas por la biblioteca pública de Copiapó, en que casi la mitad pertenecía a Fondo Esperanza. “Fue una gran ayuda. Me prestaron dinero sin ningún requerimiento, no me pidieron mis papeles de Dicom o tener una renta fija. Es más flexible, más aún para las mujeres”, dice. “Las mujeres, al tener hijos, se quedan muchas veces fuera del mercado laboral. Si el hijo está enfermo, el padre no deja de trabajar, la mamá sí”. Su primer crédito del banco comunal lo invirtió en máquinas e insumos, y gracias a los cursos que ofrece la institución aprendió a potenciar su emprendimiento, ver posibilidades de venta y manejar canales de comunicación como las redes sociales para ofrecer sus productos.
Después se unió al subgrupo Las Resilientes”. Rita explica que “los grupos no son por rubro, sino por amistad. En el banco comunal de Fondo Esperanza las conexiones son por confianza”.
Hace 16 años que tiene fibromialgia, una enfermedad crónica que causa fatiga y dolor en todo el cuerpo. Además, en 2019 tuvo un problema en su brazo izquierdo: estuvo seis días hospitalizada y tuvo que asistir a terapia fisiátrica, neurológica y kinesiológica. Durante los ocho meses que tardó la recuperación, Rita siguió trabajando con una mano
y contando con la ayuda de la directiva de su grupo comunal.
Hoy está enfocada en elaborar productos amigables con el medioambiente. En la pandemia vio un video en YouTube de una señora que hacía telas enceradas, “que sirven para suplir el film plástico y el papel de aluminio. Sirven para envolver alimentos sin que estos se oxiden”. Así comenzó su proyecto Telas Yestay: compró las materias primas
(cera de abeja y aceite de oliva) en Alto del Carmen en Huasco. “Las telas cumplen con las 3R: son reutilizables, renovables y reciclables”. Además, este año comenzó a confeccionar toallas higiénicas ecológicas. “Lo más importante para mí es dejar un legado. Para mi hija, para tus hijos, para los niños que vienen. Se pueden hacer miles de cosas, se puede ayudar al planeta. Hay pequeñas acciones que pueden cambiar nuestro mundo”.