Primera mujer en ser aceptada como miembro de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia, en 1939 la física Marguerite Perey descubrió el último elemento químico proveniente de una fuente natural, el francio. De técnica química a doctora en Física, fue la primera mujer elegida miembro de la Academia de Ciencias de París.
La menor de cinco hermanos, pese a que Marguerite había soñado con estudiar medicina, no pudo por problemas económicos. En cambio ingresó a la Escuela Técnica de Educación Femenina de París donde obtuvo el ‘título’ de química en 1929.
Con 19 años entró a trabajar en el Instituto del Radio de París; específicamente en el laboratorio de quien se convertiría en su mentora, Marie Curie. Pronto se formó en el aislamiento y la purificación de elementos radiactivos y más tarde fue responsable de la preparación y purificación de muestras del elemento químico actinio para que Curie pudiera estudiar su desintegración.
Cinco años después de entrar a trabajar al Instituto, Marie Curie murió de anemia aplásica. Marguerite continuó trabajando bajo la supervisión de André Debierne, el descubridor del actinio, y de Irène Joliot-Curie, la hija de Marie. Un día la científica notó algo extraño en el elemento que estaba purificando: éste estaba emitiendo una radiación inusual.
Tras semanas de análisis demostró que esta radiación era algo nuevo; la científica había descubierto un nuevo elemento al que llamó francio en honor a su país. Por su hallazgo, recibió una beca para hacer un posgrado en Física y en 1946 defendió su tesis doctoral en la Sorbona.
En 1949 fue nombrada directora del departamento de Química nuclear de la Universidad de Estrasburgo, donde comenzó a explorar los efectos biológicos del elemento. Ella tenía la esperanza de que el francio sería útil para establecer un diagnóstico temprano del cáncer, sin embargo, al poco tiempo se enfermó. Marguerite pasó los últimos 15 años de su vida en tratamiento por dicha enfermedad.