“Muchas mujeres están usando el cómic para entenderse a sí mismas”.
Partió con la pintura, luego vinieron las historietas autobiográficas y, ahora, Marcela Trujillo acaba de lanzar su primera novela gráfica, “Idolo”. Ahí, la autora de “El diario íntimo de Maliki 4 ojos” ficciona uno de sus viajes a una convención de dibujantes en Lima, y mientras el autor nórdico que más admira parece estar prendado con ella, los personajes de los libros que deja en el velador se escapan de las páginas a sus propias aventuras: Maliki y su chancho, Santa Rosa de Lima y Sarita Colonia. Como siempre con Trujillo, “Idolo” no sólo está lleno de humor, sino que es una voz femenina, donde puede reflexionar sobre la importancia de las mujeres en el cómic, la intimidad y la diferencia con el sexo, hasta el frizz implacable de pelo por la humedad de la ciudad.
¿Qué te entrega el cómic, y ahora la novela gráfica, que antes no te entregaban otras disciplinas?
Creo que el cómic me da algo que la pintura no tiene, que tiene que ver con la relación con el público, o el lector. Mis pinturas también tenían mensaje, una narrativa; eran autobiográficas, pero simbolizadas. Y cuando mi pintura dejó de ser autobiográfica y más estética, apareció el cómic. Empecé a contar todo con dibujos y texto, y me pasó algo que nunca me pasó con las pinturas: recibía el feedback de la gente. Llegaba a mucha gente. La pintura es más estática y más de elite, y se demora mucho más. El cómic, como se reproduce, llega a todas partes. Y las personas se acercan a uno; empecé a recibir muchos comentarios a través de redes sociales. La pintura genera una cierta solemnidad y respeto y hay una distancia entre el espectador y artista. El cómic me da una libertad que la pintura no me da, y una rapidez. A pesar de que me demoré tres años en hacer el libro, los dibujos van saliendo rápido. Eso me gusta mucho, de que la gente pueda leerlo y comentarlo.
Es que leyendo “Ídolo” se genera una identificación femenina desde lo más sencillo: por ejemplo, la protagonista está en Lima y varias veces se preocupa del frizz de su pelo, lo que es muy gracioso.
(Se ríe) Eso es algo que me regaló el cómic: me dio voz. Y esa voz la use para decir cosas que son mías. Yo tengo una relación con el pudor muy resuelta, lo que me da pudor no es lo que le da pudor a los demás. No me da pudor el cuerpo, o el sexo, sino que otras cosas. Yo aproveché esas voz para decir cosas que me importan, más allá de que sean profundas o para la posteridad, de a diario, la cotidianidad. Lo del pelo lo puse porque es real. Encuentro que es súper ridículo que me guste tener el pelo liso si lo tengo crespo, y necesito una hora para alisarlo. Y digo qué ridícula. Y siempre que me lo aliso pienso lo mismo, tengo la voz que dice qué ridículo, y la que dice tengo que hacerlo. En la presentación del libro en México la Abril Castillo me dijo que le parecía muy interesante el tema del control: cuando ella se quiere alisar el pelo. No quiere comer carne. No quiere tomar la iniciativa.
Claro, no quiere perder el control en ningún frente.
Yo nunca vi eso; obvio que es un tema en mi vida, pero no hago mis cómics a partir de un tema, a diferencia de otros autores. En la pintura quizás sí. Pero con el cómic estoy liberada de lo conceptual, y es infinito. El tema aparece después, según quién lo lee. Como yo hablo cosas que son parte de mi vida cotidiana, por lo mismo son importantes, y creo que no me pasa solo a mí, sino que a muchas mujeres, porque somos todas muy parecidas.
En el libro muestras un congreso con un panel de mujeres dibujantes con una conversación muy interesante. ¿Cuál es la importancia de tener pares o referentes, siendo que a nivel histórico y masivo el cómic ha sido más dominado por hombres?
Es importante. Yo empecé a dibujar cómics porque leí libros de mujeres. Leí muchos libros de hombres por años, pero nunca me dieron ganas de hacer lo mismo. Pero cuando leí el libro de Julie Doucet, por ejemplo, El diario de Nueva York, dije también quiero dibujar esto. O cuando leí a Phoebe Gloeckner, o Aline Kominsky. Para mí fue importante leer esos cómics. Y después de que empecé a dibujar apareció Alison Bechdel, Lucy Knisley, que son mujeres super power. Tienen una característica y es que por el mismo hecho histórico de que ellas no ocuparon ese puesto, y ahora sí, ya tienen la información de antes. Ya se hizo el cómic de superhéroes para entretener, el de aventuras. Entonces dices: qué hago ahora. Y como hemos estado calladas mucho tiempo, tenemos mucha energía y a veces somos mucho más valientes y patudas que los hombres. Estamos más ansiosas, porque los hombres han tenido más tiempo y tienen toda la libertad del mundo.
Es la ansiedad del ¡por fin!
Y con la maternidad pasa también; cuando uno tiene un hijo, adquiere un poder casi de superhéroe, y lo ocupamos. Pero a veces se sobre ocupa, porque has sido sometida mucho tiempo, le pones más, y te transformas en “loca” para los hombres o incluso para algunas mujeres. El estereotipo de la “mujer loca”, uno que todas repetimos sin pensar. A mi me interesa hablar de lo que me importa a mí, y eso será importante para los demás. Por ejemplo, cuando uno lee un cómic donde una mujer habla del abuso, como Debbie Drechsler, uno queda para adentro, porque se atrevió a hacerlo y está exorcizando sus demonios. Y le está dando la oportunidad a cualquier mujer que lo lee y ha sido abusada, sin ser capaz de decirlo, para que diga, yo también debería hablar. Se crea una sororidad donde las mujeres pueden imitar la valentía. Eso ocurre mucho en el comic de mujeres.
Meterte en ficción, crear personajes de libro que cobran vida, ¿te dio vértigo?
Me dio mucho nervio. No sabía si resultaba, y en el primer capítulo en que aparecen esos personajes, Maliki y el chancho, que se escapan de sus libros, pensaba, ¿tendrá sentido? Nunca había hecho una novela. Me creó mucha angustia, porque nunca lo había hecho, pero cuando pasé esta angustia, lo disfruté mucho. Cuando aparecieron los otros personajes de ficción.
El personaje de Santa Rosa de Lima, que es muy graciosa, siempre al borde del éxtasis místico.
Cuando lo vio el editor español, me dijo está buena la historia, pero el personaje de la monja no la compro. O cambias la historia, o no hacemos otro libro. Y no publiqué con ellos al final, porque no les gustaba la monja. Para mí representa ese anhelo de la mujer de estar en deseo todo el rato. Creo que de ahí viene para nosotros, culturalmente, el estereotipo de la mujer que vive para el hombre. Y que lo único que quiere es tener felicidad interna, pero para satisfacer al hombre, y para eso tiene que sufrir, no dormir, no comer, pegarse. Ponerse una corona de espinas. ¿Qué de eso tenemos nosotras? ¡Mucho! Hasta el alisarse el pelo es un sufrimiento. Tenemos muy normado el sufrimiento para las mujeres y los hombres no. A una le duelen los ovarios, tiene el parto; nos apropiamos del sufrimiento como si fuera parte de nuestras obligaciones y creo que de ahí viene. Santa Rosa es importante por eso en la historia. Y nunca quise reírme de ella. Porque encuentro que ella representa una parte que yo tengo, y debo acostumbrarme a vivir con eso, así que la vi con compasión.
En una entrevista leí que no te sentías feminista y que te diste cuenta en el camino que tus libros finalmente lo eran, porque daban una voz que no existía normalmente.
Soy súper reacia a formar parte de grupos políticos, por ejemplo. Y resulta que llegó la Brittany Tullis a Chile, y ella es historiadora, lingüista, norteamericana. Especialista en cómic femenino y feminista. Vino a Chile porque tenía dos sujetos de estudio, que era Powerpaola y mi trabajo. En su charla ella mostró mi libro “El diario íntimo”, y le hacía una lectura feminista. Yo quedé para dentro porque nunca lo pensé de esa manera. Los libros son como los hijos, una los hace y tienen vida propia. Su postura dice que esto es feminista, porque se habla desde la mujer, desde su interés, y no es la mujer que tienen un rol para satisfacer al hombre. Pero puedo decir que en mi vida siempre he tenido ese rollo, siempre he sentido que los hombres tienen más derechos que las mujeres, y lo encuentro muy injusto. Me he tratado de construir como una persona independiente, siempre he dicho lo que siento, no he tenido vergüenza.
Qué libros de mujeres en novela gráfica recomiendas a alguien que leyó “Ídolo” y quiere seguir explorando.
Me gusta mucho “Virus tropical”, creo que es una obra maestra de Powerpaola. Fun home de Alison Blechdel. “Diario de una adolescente” de Phoebe Gloeckner. También “La hoja naranja” de la Sol Díaz, uno de sus libros más lindos que habla de como se pasa del estado de niña a mujer, todos los estereotipos que hay a través de un cuento medio mágico, fue importante ese libro para mí. Frannerd, con “Personas favoritas”, escrito con su marido. Ella tiene una relación consigo misma, se está mirando, pero también a su relación con las cosas, con el mundo material. Y su amor con el manga, lo que no es menor, porque el manga es una gran influencia en las niñas que quieren dibujar. Ella lo transformó en un estilo propio. Lucy Knisley me encanta, también hace diarios. La Margarita Valdés, que hizo un libro que se llama “Chikijet, memorias de una infancia ochentera”. La Paloma Valdivia y el diario de cuando se embarazó, “Es así”, derribando mitos. Muchas mujeres que están usando el comic no solo para entretener, sino para entenderse a sí mismas.
Texto: Isabel Plant.