Banco comunal: Aquelarre, Arauco
La mitad de la vida de Nora Fernández está ligada al negocio que tiene en su casa en la caleta Tubul, en la comuna de Arauco. En 1994 levantó este emprendimiento junto a su marido, 28 años de una historia que ha tenido muchos traspiés, pero pocos tan complejos como el del verano del 2010: el almacén en el que materializó todo el esfuerzo de su vida fue arrasado por el mar. Nora, hoy de 57 años, concentró todas sus energías en recuperar aquello que el tsunami le arrebató.
Antes de aquel 27 de febrero las cosas iban bien, el kiosco proveía sustento suficiente para vivir. No había negativas de bancos ni de casas comerciales para acceder a créditos. Una estabilidad que desapareció tal como lo hizo su emprendimiento. “Perdimos todo. El mar pasó por nuestra calle y solo salvamos la casa, a la que tuvimos que hacerle muchos arreglos para que fuera habitable de nuevo. Del negocio no quedó nada”, recuerda Nora.
Esa noche viajaba a Valdivia. En medio del trayecto, el terremoto detuvo el bus y Nora regresó a su hogar para encontrarse con el desastre. “Una semana antes del terremoto vendimos la camioneta 4×4 que teníamos, plata que estaba guardada en mi pieza. Volví en la oscuridad y entremedio del caos llegué a mi casa. Mi familia ya había escapado de la costa y yo me encargué de ir a buscar ese dinero. Ese fue el sustento que tuvimos para ese tiempo”.
Un mes después del terremoto, la familia de Nora empezó a reconstruir su hogar e historia. Un camino difícil de deudas y negativas de la banca para acceder a un crédito que les permitiera volver a llenar los estantes del local. “Siempre sentí que había una ventana abierta para mí, a pesar de todas las veces que me dijeron que no. Pero fueron varias negativas que nos dejaron devastados”.
Su nuera le comentó sobre Fondo Esperanza. “Estaba avergonzada después de escuchar tantos ‘no’, pero me recibieron súper bien. Expliqué por qué quería entrar y me dieron los $150.000 iniciales, que eran bien favorables para poder comprar más mercadería”.
Desde ese momento no ha dejado de recibir el apoyo del banco comunal Aquelarre y ya ve cómo el negocio vuelve a tomar forma tras más de una década. “El único préstamo que he sacado después del terremoto ha sido en Fondo Esperanza. Eliminamos todos los cheques y créditos en bancos y seguimos en este camino largo, que nunca es fácil, pero vamos bien”, explica con la ilusión de ver cómo el emprendimiento ya se parece más a lo que fue en su época de esplendor.
Los clientes la prefieren por la calidad de sus productos y por los servicios que ofrece para Tubul, como el pago de cuentas y el retiro de dinero. Nora es una agradecida de las oportunidades que se le han otorgado. “El trabajo da vida. Una persona que no trabaja se echa a morir y yo recuperé la posibilidad de trabajar. Eso no se lo pudo llevar el mar. Tuvimos suerte”.