Fue pintora, fue escritora, fue una defensora intensa de la independencia femenina; se celebra el centenario de Leonora Carrington, la inglesa refugiada en México, quien fue una de las estrellas de la pintura surrealista y protagonista de una vida intensa.
Nació en Inglaterra en una familia de clase alta que no aprobaba las aspiraciones artísticas de su hija más rebelde. Pero Leonora Carrington igualmente decidió estudiar arte en Londres y pronto se comenzó a interesar por el movimiento surrealista. En 1937 conoció a Max Ernst, uno de sus mayores exponentes, y para escándalo de la familia, ella veinteañera y él cuarentón, se fueron a vivir juntos a París y luego al sur de Francia, mientras él aún no se divorciaba. Uno de los primeros cuadros de Carrington es un retrato de su pareja, donde ya aparece su espíritu surrealista, que mezcló sueños, sexualidad, mitología y leyendas. Además la pintora comenzó a participar de movimientos antifacistas; la tragedia llegaría en 1939 cuando Ernst fue declarado enemigo del régimen. Carrington tuvo una crisis psiquiátrica tras la partida de Ernst, quien luego de pasar por un campo de concentración terminó huyendo a Estados Unidos. Carrington a su vez huyó a España, donde sus padres la internaron en un manicomio donde sufrió con los tratamientos; ella plasmó sus experiencias en uno de sus libros más famosos, La casa del miedo, y años más tarde en su autobiografía.
Carrington se casó brevemente con el escritor mexicano Renato Leduc, para poder salir hacia América; llegó a México en 1942, y luego de un paso por Nueva York, se instaló para siempre en el país azteca. Ahí se casaría y tendría dos hijos. Siguió escribiendo y pintando, y recibiendo la visita de los surrealistas que también huían de la pesadilla europea: André Bretón, Luis Buñuel y más. En 1972 creó un afiche para un grupo feminista llamado Mujeres Conciencia; Carrington siempre habló por la vida propia de las mujeres, viniendo de una sociedad muy tradicional de la que se liberó. “No tenía el tiempo de ser la musa de nadie, estaba muy ocupada rebelándome de mi familia y aprendiendo a ser artista”, dijo alguna vez.
La artista siguió produciendo y también se adentró en el mundo de la escultura. Sólo hace un par de décadas fue re descubierta y realmente valorada; sus cuadros se vendieron a precios récord en subastas cuando seguía con vida, y algunas de sus pinturas están en el MET de Nueva York o el Museo del Prado en Madrid. En México se prepara una retrospectiva de su obra para 2018, pero por mientras, hay variadas actividades para celebrar su centenario, incluyendo sumar su archivo que incluye cartas y bocetos, a la Biblioteca de México.