Es la espía más joven de la historia de India. Nació en Rangún, Birmania (actual Myanmar) y su padre era uno de los hombres más ricos de su localidad porque era, literalmente, dueño de una mina de oro. Cuando Saraswathi tenía unos 10 años, Mahatma Gandhi visitó Rangún y se reunió con su familia. En ese entonces ella ya jugaba con armas y su padre bromeó con Gandhi señalando que se estaba preparando para luchar por la independencia de los ingleses. Así fue; a los 16 años, Rajamani, motivada por el discurso político nacionalista indio de Netaji Subhash Chandra, donó todas sus joyas al Ejército Nacional Indio. El político, impresionado por la generosidad y compromiso, la bautizó como Saraswathi, nombre de una de las diosas de la mitología hindú, diosa de la sabiduría.
A esa edad, en 1942, Saraswathi ingresó en el Ejército Nacional Indio y fue reclutada para formar parte del recién creado Regimiento Rani de Jhansi, un grupo femenino, formado íntegramente por mujeres voluntarias expatriadas y dirigido por la capitana Lakshmi Sahgal. Rajamani se convirtió en espía.
Durante casi dos años, Rajamani y algunas de sus compañeras se disfrazaron de hombres y se infiltraron como espías. Su chapa de hombre era Mani y la historia más llamativa de ese periodo cuenta que se infiltró, vestida de bailarina, en un campo de oficiales británico para rescatar a una de sus compañeras prisioneras. Drogó a los soldados, liberó a su amiga y lograron escapar. Recibió un disparo en la aventura pero se salvó.
Después que se acabó la Segunda Guerra Mundial y que India lograra la Independencia, el Ejército Nacional Indio se disolvió. Su familia, luego de haber donado todo sus bienes a la causa, quedó sumida en la pobreza. Durante décadas Saraswathi vivió en la miseria y recién el año 2005 comenzó a recibir su tan merecida pensión por parte del Estado.