Alicia Vega es una de las principales promotoras de la apreciación cinematográfica en Chile como un método de transformación social. Durante toda su vida ha estado investigando y enseñando sobre la importancia del cine, chileno e internacional, a las más diversas audiencias.
Nacida en 1931 en Santiago, Alicia tuvo su primera experiencia con niños de escasos recursos a los 13 años, cuando como monitora de catequesis tuvo que bajar al lecho del Mapocho a buscar a quienes no habían ido a su Primera Comunión. Aquel momento sería clave para tener el interés de crear, décadas después, clases de apreciación cinematográfica para niños vulnerables.
Alicia no pudo entrar a la universidad cuando salió del colegio. Diagnosticada con tuberculosis, tuvo que permanecer en cama durante cinco años. Fue aquí que leyó lo que en una vida leería una adolescente de su generación y le empezó a gustar el tema del cine. Entró a escuchar clases teóricas de Teatro en la UC como manera de investigar en la construcción de personajes. Cuando un aviso de la misma universidad llamaba al primer curso universitario de cine documental, Alicia, de 25 años, supo que eso era lo que quería hacer. La carrera le dio una pasión que le continúa aún.
Asistió en dirección al sacerdote Rafael Sánchez en el rodaje de “Las Callampas”, un documental que muestra cómo se formó la población La Victoria. Esto le dio la experiencia para saber que la dirección no era lo suyo, sino más bien la investigación, la docencia y el registro histórico. Así comenzó a hacer clases en el Instituto Fílmico de la UC y en clases de la Universidad de Chile, desde 1930 a 1990, en diversas facultades
En 1979 Alicia Vega publicó “Re-visión del cine chileno”, un libro que aborda la industria del cine chileno. En 2006 publicó “Itinerario del cine documental chileno 1900-1990” un registro técnico y de análisis de los 259 documentales que se habían hecho en Chile en esa época. Ambos libros son excepcionales referencia de cine chileno, que dan cuenta de la gran labor y capacidad investigativa de Alicia.
Pero fue sin duda la creación del Taller de Cine para Niños, donde comenzó a impartir conocimientos de cine y su lenguaje a niños en situación de pobreza, que Alicia se consagró como la gran académica y difusora de cultura que es hoy. Fueron treinta años de talleres por todo Chile, ayudada por monitores, en colegios públicos de zonas vulnerables, hasta que en 2005 impartió el último.
En 1987 le pidió a su alumno, Ignacio Agüero, que filmara parte de las clases que estaba realizando en Peñalolén. Fue tal la sorpresa del documentalista, que decidió hacer una película, la famosa “Cien niños esperando un tren” que consagró el taller de Alicia y la importancia de este espacio en un ambiente de violencia cotidiana, donde los niños eran tratados como personas y que se conmovían hasta lo más profundo ante la proyección de una película.
El legado educacional de Alicia donde el cine es una herramienta de transformación social, llegó a más de 6 mil niños menores de doce años, muchos de los cuales nunca habían visto una película, un refugio a la precariedad de sus vidas. Esta hazaña se publicó en 2012 en el libro “Taller de Cine para Niños”.
Hoy junto a Ignacio Agüero, está conformando una fundación, donde pondrá a disposición toda la información recopilada por ella de cada taller impartido, de manera que cualquier investigador tenga acceso al registro más completo.