No fue la única vez que le salvó la vida. El 25 de septiembre de 1828 Manuela Sáenz se interpuso entre los sicarios y su amante, Simón Bolívar, militar y político conocido por su liderazgo independentista en Sudamérica Lo habían mandado a matar, pero Manuela distrajo a los enviados mientras Bolívar escapaba por la ventana. Tras esa ocasión, él la apodó “Libertadora del Libertador”.
Manuela Sáenz, figura protagónica y fascinante de la independencia de Perú y Ecuador, recorrió un camino propio en que demostró que era una mujer de armas tomar, literalmente.
Nació en Quito como hija ilegítima de un español y una criolla. Su madre murió pronto y ella se crió entre conventos; en 1817 su padre la casó por conveniencia con un inglés mayor llamado James Thorne.
La pareja se trasladó a Perú, donde vivió entre la aristocracia. Sin embargo, prontamente la encendida Manuela comenzó a involucrarse en la lucha independentista, causa a la cual entregó su apoyo moral, pero también ayuda concreta: se ofreció para traspasar información al bando patriota. Perú se independizó en 1821 y Manuela recibió del general José de San Martín el título de Caballeresa de la Orden del Sol, el honor más alto que podía recibir una mujer civil en la lucha.
Sin su marido, regresó a Quito, donde conoció al hombre clave de la independencia sudamericana, Simón Bolívar. Entablaron un romance apasionado y, Manuela se convirtió en una de sus colaboradoras fundamentales. Se unió al campo de batalla, donde causó escándalo por usar uniforme de soldado siendo mujer. Allí trató a enfermos y heridos, y ayudaba enviando información.
Cuando Bolívar murió de tuberculosis, en 1830, había dejado hace unos meses la presidencia de la Gran Colombia. Entonces Manuela, exiliada por su sucesor, partió primero a Jamaica y luego al norte de Perú. Allí vivió sus últimas décadas traduciendo cartas, vendiendo tabaco y bordando por dinero. Murió de difteria y sus restos fueron enterrados en una fosa común.
Solo entrado el siglo XX, su figura y aporte fueron reivindicados. Hoy le rinden honores en Perú, Ecuador, Colombia y Argentina, y muchas obras de teatro, películas, teleseries y libros recuerdan su historia.