Banco comunal: Manuel Rojas, Ovalle
Desde niña Pascuala Sarria se desempeñó como trabajadora de casa particular puertas adentro. Con los ahorros que juntó se pagó un curso de costura. Arregló y fabricó ropa y se independizó. Hace casi una década Fondo Esperanza la ayudó a levantar su emprendimiento. Hoy, parte del banco comunal Manuel Roja, Pascuala se especializa en la confección de uniformes de jardines infantiles y colegios. “Yo siempre quise más, no me quería conformar”, explica.
Nació en el valle de río Hurtado, cerca de Ovalle. Como en su casa no alcanzaba el dinero para los cinco hijos, se fue del hogar familiar junto a su hermana mayor cuando tenía solo trece años, pero pronto estuvieron de vuelta tras malas experiencias con sus empleadores. Marta, una tía querida, le consiguió trabajo en Santiago. Pascuala cuenta que ella fue su gran ejemplo: “Empezó a trabajar cuando era niña y salió adelante”.
Pascuala tenía 16 años cuando llegó a la capital. Por cuatro años cuidó a los siete hijos que vivían en el hogar donde Marta era cocinera. Con la plata que ahorró le compró una casa a su mamá y ayudó a sus hermanos. Luego trabajó por casi una década con otra familia. Con su sueldo se pagó un curso de peluquería y otro de costura y confección, y sus jefes le regalaron su primera máquina de coser: “Yo les hacía ropa a ellos, les arreglaba cosas. Así empecé”.
Por su hermano conoció a Víctor Valencia, su pareja: “Él siempre me motivó, me decía que si me gustaba coser tenía que hacerlo”. Él la incentivó a emprender y le compró implementos para que armara su taller. Pascuala comenzó a hacer aseo en distintas casas durante el día y cosía por las noches. Cuando tenía 46 años uno de sus hermanos enfermó y ella se dedicó a cuidarlo. Tiempo después obtuvo su certificado de cuarto medio laboral y conoció a la dueña de un jardín infantil que le encargó uniformes: “Ella me recomendó con hartas personas y desde entonces que no me faltan clientas”.
Hace doce años una amiga la invitó a Fondo Esperanza. Sin saber de qué se trataba participó de una reunión, se convirtió en socia, se unió al banco comunal y aprovechó todas las herramientas que la institución le ofreció. Pascuala asistió a cursos, armó grupos con otras compañeras del rubro y obtuvo un crédito para cumplir su sueño de impulsar su negocio. Adquirió su primera máquina de bordar, además de géneros e insumos. Previo al inicio de la pandemia en Chile, juntó sus ahorros e invirtió el crédito de ese momento para comprar telas, pero como las instituciones para las que hacía uniformes estaban cerradas, tuvo que vender sus confecciones a tiendas de ropa online al por mayor.
Pascuala ha sido electa para distintos cargos en la directiva de Manuel Rojas; esto le ha permitido conocer a sus pares y aprender a comunicarse mejor. Relata que las capacitaciones de Margarita Bruna, asesora de Fondo Esperanza, fueron esenciales en su desarrollo: “Ella nos enseñó a trabajar ordenadas, a no dejar las cosas para último minuto”. Gracias a las habilidades adquiridas, hoy lidera talleres, organiza equipos y contrata a otras personas: “Ahora tengo claro qué quiero y qué necesito. Eso me ha ayudado mucho”.