Banco comunal: Diamantes de Esfuerzo, La Cisterna
Hace alrededor de ocho años que Carolina “Nina” Echeverría se dedica a la artesanía en madera y a la carpintería. En 2019 se convirtió en socia del banco comunal Diamantes de Esfuerzo en La Cisterna y pudo comprar todas las herramientas que necesitaba para hacer crecer su emprendimiento. Fabrica y restaura muebles, es profesora y se atrevió a formar su propio taller laboral que ofrece cursos certificados de diversos oficios. Fondo Esperanza “ha sido un apoyo fundamental para poder adquirir habilidades profesionales para mi emprendimiento, sin él habría sido muy difícil para mí”, dice.
Todo comenzó cuando vivía con su mamá y sus dos hermanas pequeñas. “De niña empecé a familiarizarme con las herramientas porque no había papá”, cuenta. Aprendió a punta de ensayo y error a cambiar enchufes, reparar sillas, arreglar desperfectos. Ella se hacía cargo de cualquier problema del hogar.
A los 16 años quedó embarazada y tuvo que dejar el colegio. Luego se convirtió en madre por segunda vez. Apenas pudo volvió a estudiar a escondidas para terminar cuarto medio; se graduó a los 24 años. Después de casi una década de maltratos, el padre de sus hijos la abandonó.
Carolina regresó a la casa de su mamá; trabajaba en un call center todo el día, estudiaba de noche y en sus escasos ratos libres iba a comprar ropa que revendía a sus colegas. Entró a la universidad, pero después de dos años de Diseño Gráfico se tuvo que retirar de la carrera. Conoció a Mario, su actual esposo, trabajó como diseñadora de muebles en la empresa donde él era colorista, y luego en una ferretería.
Un día la invitaron a un cumpleaños y, como no tenía dinero para comprar un regalo, hizo un reloj a mano. “Lo encontraron maravilloso, me preguntaban dónde lo había comprado”, dice. Así empezó en la artesanía y luego pasó a los muebles a medida. Por recomendaciones fueron llegando los clientes.
Carolina se enfermó, estaba muy deprimida. El médico le sugirió asistir a un taller de oficios como terapia complementaria. Cuando fue a la municipalidad para inscribirse en algún curso, le ofrecieron el trabajo a ella. “Le dije a la encargada que yo hacía lámparas y quería aprender nuevas técnicas. Ella me pidió ver mi portafolio y cuando se lo mostré me ofreció que yo fuese la profesora”, dice. Carolina fue reclutada para hacer clases en una sede vecinal y en un colegio para adultos.
En 2019 se lanzó a ofrecer sus productos por internet, durante el estallido social. Un día recibió un pedido de 200 lámparas. Solo eran ella, una alumna y, con suerte, un serrucho para trabajar. Fue entonces cuando una vecina le habló de Fondo Esperanza. Gracias a los créditos que recibió pudo adquirir todos los implementos que necesitaba.
A través de los talleres de formación también ha aprendido técnicas para tratar con los clientes y para manejar las redes sociales de su negocio. Carolina, además, destaca la importancia del trabajo comunitario después de tantos años batallando sola: “Como grupo somos muy unidos, cuando les he necesitado, ahí están. Por ejemplo, cuando en mi familia todos tuvimos Covid mis compañeros del banco comunal me enviaron una caja gigante de mercadería. Siempre estamos para quien lo necesite”.