Activista por el derecho a la educación superior de las mujeres en Chile, a mediados del siglo XIX la profesora Antonia Tarragó González fundó el Liceo Santa Teresa, el primer centro educacional para mujeres enfocado en equiparar la enseñanza y la igualdad de condiciones con sus pares masculinos. Su labor se consagró con la firma del Decreto Amunátegui de 1877, que permitió el acceso de las mujeres a la universidad.
Partió siendo maestra en un jardín infantil y en 1864 fundó en Santiago el Liceo Santa Teresa, un establecimiento femenino no congregacional que dirigió junto a su hermana Ignacia. Siguiendo el plan curricular del Instituto Nacional, incluyó clases de aritmética, geografía, historia, francés, entre otras asignaturas; desde un inicio tuvieron que enfrentar a la Iglesia Católica que se oponía a que las mujeres estudiaran para ser algo más que dueñas de casa y/o madres.
Antonia hizo clases de castellano e historia. Alentó a sus estudiantes a que no renunciaran a su formación académica. “Mis alumnas, no desmayéis; no importa que algunos espíritus tímidos i apocados quieran todavía encadenar el vuelo que habéis emprendido”, diría en un discurso.
En su rol de directora, en 1872 solicitó al Consejo de Instrucción Pública que los exámenes que rendían sus alumnas fueran válidos para optar a grados universitarios. Pese a que el requerimiento fue desestimado en dos ocasiones, propició el debate en torno al tema e inspiró a la aristócrata feminista Isabel Le Braun de Pinochet a crear otro liceo con un plan de estudios equitativo al masculino y a presentar una nueva solicitud al Consejo en 1876, la que fue finalmente aprobada.
En 1911, cuando Antonia Tarragó González tenía 79 años, el liceo tuvo que cerrar por falta de subvención del Estado. Sin trabajo y ayudada económicamente por un grupo de ex alumnas, murió seis años después.