La paquistaní Muniba Mazari se ha convertido en una mujer símbolo de resiliencia, y en inspiración para las niñas y jóvenes de su país. Después de haber quedado paralizada por un accidente, transformó su vida para convertirse en artista y en charlista motivacional.
Muniba viene de una familia tradicional Baloquí, un pueblo musulmán. Nació en Rahim Yar Kahn y, siguiendo las estructuras sociales locales, se casó con tan solo 18 años. Iba con su marido en la carretera cuando tuvieron un terrible accidente; mientras él salió ileso, ella quedó atrapada en los fierros y sólo la pudieron trasladar a un hospital a varias horas de distancia con brazos y costillas quebrados, órganos perforados y una lesión en tres vértebras que la dejó de por vida en una silla de ruedas.
Su vida parecía terminada: no iba a poder tener hijos biológicos, algo que se les inculca a las jóvenes paquistaníes es uno de sus únicos fines en la vida. Tampoco iba a poder sostener brochas de pintura. Su marido la dejaría. Pero tras unos meses fue dada de alta, y la nueva vida de Muniba comenzó con fuerza.
Estuvo en cama por dos años y comenzó a pintar por el hecho de disfrutarlo. Logró pasarse a una silla de ruedas, y se empeñó en demostrar que su vida iba a tener otro tipo de versatilidades y aportes. Se divorció y comenzó a probar que todos, a pesar de los problemas, tenemos algo por lo que estar agradecidos.
Fue una charla de 2014 la que la volvió más famosa en su país. Desde entonces, Muniba se ha transformado en artista, modelo, conferencista y en madre, al adoptar a un pequeño niño. Se convirtió en animadora televisiva, y se ha rehusado en participar en campañas donde la presentan como víctima, ya que se siente dueña de su propio destino. Desde hace unos años es Embajadora de la ONU, abogando por los derechos de niños y de mujeres. Ha sido destacada por medios como Forbes o la BBC.