Zofia Stryjeńska es considerada una de las exponentes del art déco polacas más importantes de principios del periodo de entreguerras. Pintora, grafista, escritora, la distinguieron con la Cruz de Oficial de la Orden de Polonia y con el Laurel Académico de Oro “por sus destacados servicios al arte polaco en general”.
De pequeña hacía caricaturas de los clientes que visitaban a su padre en su tienda de guantes. Cuando decidió estudiar en la Academia de Bellas Artes de Múnich, institución exclusiva masculina, se cortó el pelo y asistió disfrazada de hombre. No aguanto la presión de ocultarse por lo que tras de un año regresó a Cracovia.
En 1909 ingresó a la Escuela de Bellas Artes para Mujeres Maria Niedzielska en Cracovia. Viajó con su padre por Austria-Hungría hasta Italia, visitó galerías y museos en Viena y Grecia. Cuando regresó se tituló con honores en pintura y artes aplicadas. A los 21 años comenzó su carrera.
Conoció a su esposo Karol Stryjeńska en un taller artístico. Se casó en secreto, tuvieron tres hijos. Su relación fue tan tempestuosa que él en dos oportunidades trató de internarla en un psiquiátrico, era una forma común de resolver los problemas en ese tiempo. Cuando se divorció perdió la tuición de sus hijos.
Sus obras se inspiraron en el folclore polaco, la mitología eslava. Experta en la historia de su nación, orgullosa de su cultura, su herencia, expresó la esencia de su pueblo en diversas creaciones; después de 123 años de ocupación Polonia justo había recuperado su independencia e identidad.
Su serie de litografías surrealistas de 1917 titulada “Bożki Słowiańskie” (“Ídolos esclavos”) tuvo tal éxito que comenzó a ilustrar desde postales hasta envoltorios de chocolates. Durante la década del 30’ diseñó los trajes para la compañía de ballet de su país.
Tras la Segunda Guerra se mudó a Suiza donde ya vivían sus hijos. Intentó viajar a Estados Unidos en varias ocasiones, pero siempre le denegaron el permiso. Murió en la extrema pobreza ya que nunca le pagaron lo que su trabajo valía.