Magdalena Gardilcic fundó la organización Creciendo Juntas para “acompañar y ayudar a niñas, niños y adolescentes que viven en centros del SENAME en su relación con el medio”. Hizo una pasantía en las Naciones Unidas (ONU), donde fue reclutada para la implementación de un programa de control de natalidad en África. Magdalena es una de las Bacanas Sub 30 de 2020, elegida por Mujeres Bacanas y el Programa de la Autoestima de Dove.
La primera vez que Magdalena fue a un centro de menores la invitó una conocida. Era 2016, y en la Residencia Padre Alfonso Boe de Viña del Mar, una niña le tomó la mano, se puso a llorar y le dijo que extrañaba a su papá. Las cuidadoras le explicaron que él estaba con orden de restricción, no tenían permitido ni siquiera hablar por teléfono.
Al año siguiente tuvo una crisis vocacional. Se retiró de la universidad y se dedicó a investigar cómo funcionaba Sename, cuáles eran sus principales falencias. Mientras estaba en eso murió Lissette Villa a causa de apremios ilegítimos por parte de las cuidadoras que estaban a su cargo. Tenía 11 años. “Las niñas son doblemente invisibilizadas porque no existen políticas públicas ni leyes en Chile que vayan directamente orientadas hacia ellas”, dice Magdalena.
Armó un grupo de voluntarias y voluntarios y llamó a la residencia que conocía. Les ofreció un proyecto que incluía fechas establecidas, actividades como repostería, reforzamiento escolar, teatro. Le dijeron que sí. “No fue sólo hacer cocadas o tratar de actuar, significó enseñarles a hablar, modular, plantarse frente a los demás, sacar la voz”. Magdalena nunca imaginó que este sería el inicio de Creciendo Juntas.
Oriunda de Rancagua, se mudó a Santiago para estudiar derecho. El equipo de Viña siguió funcionando, ella armó otro en la capital. “Nos dimos cuenta, por ejemplo, que en un hogar faltaban áreas verdes. El tema no fue sólo plantar un árbol, les enseñamos sobre huerta, compost, reciclaje, eco ladrillo”, cuenta.
En el 2019 Magdalena postuló a una pasantía/voluntariado en la ONU, hizo un mes de prueba en Nueva York (NY) y la aceptaron. Poco antes de viajar se quebró el pie, estuvo dos meses en reposo. La labor en los hogares había decaído, ya no le estaba dando el tiempo para coordinar. “El estallido social fue lo que reavivó todo. Las niñas y niños estaban escapando de los centros. El problema no era que hicieran barricadas sino que cayeran en las drogas o en la prostitución.”
Creó una cuenta de instagram e hizo una campaña para juntar fondos, reunió casi seis millones de pesos y se comunicó con la oficina nacional de Sename. Planificó un evento navideño en un centro semicerrado de La Cisterna con más de 100 niñas y niños de distintos hogares. Cada vez recibía más mensajes de personas que querían participar. Una de ellas fue Antonela, actual vicepresidenta de CJ. “Me ofreció ayuda, yo le dije que la necesitaba. Ella sistematizó todo”, dice. Ahí la organización comenzó a crecer.
Un mentor especializado en Cambio Sistémico Ashoka le sugirió asistir con Anto a sus reuniones. Ambas armaron una directiva, definieron los cargos, designaron encargadas y encargados nacionales. Hasta que con la llegada de la pandemia se tuvieron que reestructurar. “Empezamos a hacer talleres vía zoom de baile, de educación física. Queríamos contribuir a mejorar la salud mental.”
Creciendo Juntas está en camino a convertirse en una fundación. Hoy la componen alrededor de 130 personas y tiene presencia en las regiones del Biobío, Maule, O’Higgins, Valparaíso y Metropolitana. “Estamos también tratando de llegar a La Araucanía pero todavía no podemos trabajar directamente en los hogares, aunque igual les llevamos aportes materiales.”
Magdalena logró construir “un canal de conexión entre la ciudadanía y Sename”. Durante el 2020 se integró a Tremendas y a Mi Voz Cuenta. Para ella, conocerse fue fundamental para aprender su propio valor y ver sus fortalezas: “Fue así como me di cuenta de lo que me hacía feliz y me atreví. Lo había postergado mucho por cumplir con las expectativas de otros, ¿por qué esperar más?”.