Heroína de la independencia venezolana, Ana María de Campos y Cubillán llevó a cabo encuentros independentistas, realizó tareas de inteligencia y se opuso abiertamente al dominio español. En Venezuela es recordada como una mártir por su entrega y por seguir luchando por la independencia de su país, pese a haber sido torturada.
Nació en el estado de Zulia a fines del siglo XVIII. Perteneciente a una de las familias más aristócratas de la región, tuvo una educación católica tradicional y formal. Sin embargo, desde adolescente escuchó hablar de ideas emancipadoras y teorías liberales.
Pronto sus deseos revolucionarios hicieron que se especializara en ciencias sociales y que incluso aprendiera caballería. Cuando la ciudad de Maracaibo fue ocupada por los realistas en 1822 bajo el mando de Francisco Tomás Morales, un año después de la Batalla de Carabobo, Ana María comenzó a organizar reuniones clandestinas republicanas en su casa. En una de ellas afirmó que Morales tenía que morir.
Tras ser delatada, la arrestaron por sus dichos. Morales la interrogó y le exigió que se disculpara, pero ella se negó. Como condena la pasearon semidesnuda sobre un burro por las calles y luego la azotaron públicamente. Se cuenta que cada vez que recibía un latigazo en su espalda gritaba “Si Morales no capitula, monda” (Si Morales no se rinde, muere).
En 1823 fue testigo del triunfo de los patriotas en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo luego de que estos capturaran y destruyeran a casi la totalidad de la escuadra española. En 1828, con 32 años y madre de cinco hijos, murió de un ataque epiléptico por consecuencia de las secuelas físicas que le dejaron los latigazos.