C errando una semana en la que las abrumadoras cifras de menores muertos en dependencias del Sename nos escandalizaron e indignaron, quisimos destacar la notable labor de una joven estadounidense. Withelma “T” Ortiz Walker Pettigrew pasó los primeros 18 años de su vida en el sistema de protección de menores de ese país y durante siete años fue explotada por proxenetas y traficantes que la ofertaron sexualmente en clubes nocturnos, salones de “masajes” o en la calle.
Ahora “T” es estudiante universitaria y ha decidido dar a conocer las vulnerabilidades del sistema de menores, como los hogares de acogida, que muchas veces distan de ser idóneos. Ahí, de niña le tocó escuchar frases como “tú no eres mi hija” o “estás aquí por el dinero que me da a cambio el Estado”. Así se empieza a normalizar la noción de que la propia existencia tiene que ver con una transacción monetaria. “De ahí a la prostitución el camino es directo”, testificó Withelma ante el Congreso de los Estados Unidos hace dos años.
A sus 27 años “T” se autodenomina abolicionista porque combate la esclavitud moderna: el tráfico humano es una industria que mueve unos 96.000 millones de dólares en el mundo y que afecta a millones de víctimas, entre ellos cientos de miles de niños y adolescentes. En 2010 la policía de Los Ángeles, California, reportó que el 60% de las jóvenes arrestadas por prostitución figuraban bajo el sistema de protección de menores estadounidense.
Como parte del programa Rights4Girls Ortiz no pierde la fe en el sistema y plantea tres sugerencias para mejorarlo. Primero, que las agencias a cargo de infancia trabajen con programas de apoyo a niños que hayan sufrido abuso sexual. Segundo, especialistas que estén preparados para trabajar los traumas que estos abusos puedan haber generado y, por último, un sistema de búsqueda más eficiente para los cientos de niños que escapan de estos hogares de menores y de los cuales no se sabe más.
En 2014 Withelma “T” Ortiz Walker Pettigrew figuró entre las 100 personas más influyentes según la revista Time. También en 2011 ganó un premio de la revista Glamour por la valentía de contar su historia.