“Como mujer uno debe probar que sabe de lo que está hablando, con los colegas hombres se presume que saben”.
Esta abogada es experta en delitos tributarios y corrupción, campos generalmente dominados por hombres. Con casos de alta importancia como Corpesca, Chong se destaca por su seriedad y liderazgo. Nos recibió en su oficina, para hablar de mujeres y más.
La mayoría de los empleados en el Centro de Justicia se han ido a la casa, cuando la Fiscal Ximena Chong nos saluda sonriente en su oficina, repleta de pequeñas figuritas, adornos y objetos de la saga Star Wars. Una entusiasta de los temas de género y la igualdad, comenzó su carrera en el Servicio de Impuestos Internos, luego pasó a la Fiscalía de Valdivia, y hoy es una de las fiscales más respetadas en el derecho nacional. Nieta de inmigrantes chinos y con fama de matea, ha armado un equipo femenino, donde les pide que no haya competencia, sino que se unan las fuerzas.
¿Qué significaba ser una mujer en su familia?
Yo soy hija de un papá chino, hijo de chino con chilena, formado en una familia china tradicional y mi mamá es de una familia chilena tradicional. Por lo tanto la cultura existente dentro de las casas era más bien una cultura machista, en términos del trato. Mi papá fue siempre muy querendón conmigo, pero no tengo recuerdos de que haya hecho cosas domésticas, salvo cocinar que lo hacía muy bien. Es un estereotipo evidente que sea la mamá la que hace las cosas y el papá que sale a trabajar. Ahí surgió una suerte de inquietud intelectual, y me fui interiorizando en temas como literatura feminista, me fui rodeando de otras mujeres que piensan lo mismo, generando un espacio de análisis dentro del colegio. Y luego se abrió todo en un ámbito más solido en la universidad.
Cuáles fueron las primeras mujeres bacanas que admiró.
Eran más bien personajes de corte histórico. Juana Inés de la Cruz es un personaje que siempre me gustó mucho. Me gustaba la novela histórica y sentía que todos los personajes que rompieron con patrones culturales súper potentes, en alguna medida marcaban el rumbo. Juana de Arco, o algunas actrices que tenían que disfrazarse de hombre para actuar en la época isabelina, te hacían mirar que habíamos avanzado un par de siglos, a lo menos, y pese a eso había muchos espacios cerrados para las mujeres. Yo cuando entré a Derecho todavía existía el concepto de que la mujer era relativamente incapaz desde el punto de vista civil. Todavía el régimen natural conyugal era la sociedad conyugal, donde las mujeres no tenían autonomía para poder disponer de sus propios bienes. El avance había sido muy mínimo. Luego empecé a vincularme con mujeres o saber de mujeres que empezaron a marcarme. Elena Caffarena, por ejemplo. Yo entré a la universidad en el 90, entonces eran cuarenta años desde que existía el voto femenino.
Cuarenta años no es nada.
Claro, mi mamá alcanzó a estar viva cuando todavía no había voto para las mujeres. Mi abuela era una mujer grande, nació en 1908, cuando la mujer pudo votar por primera vez. Además, admiré a otras mujeres que eran el sostén de su familia durante la Dictadura. Eso, para muchas de nosotras que crecimos en los 70 y 80, nos generó una admiración profunda. Las que fueron capaces de ser mamá y papá para sus hijos y además para seguir manteniendo arriba causas muy importantes contra regímenes totalmente opresores, y contra resultados en la justicia que eran mínimos.
Considerando el éxito de su carrera, ¿se topó con muchas cortapisas para avanzar dentro de la Fiscalía?
Mi historia al interior de los dos servicios donde he trabajado (Ministerio Público y SII) es un poco excepcional porque no a todas las mujeres se les da tan fácil. He entrado a las dos pegas que he tenido en la vida por concurso público. Cuando ingresé a la Fiscalía en Valdivia, era el momento en que la Reforma Procesal Penal estaba partiendo, por lo tanto era una situación histórica donde era necesario reclutar gente. Donde sí uno nota cortapisas es en lo cultural, ante el hecho de que una mujer esté a cargo, por ejemplo de investigaciones penales. En el ámbito jurídico, en el Derecho, los roles están súper marcados.
Si vemos cantidad de estudiantes de Derecho o abogados titulados, hay más o menos una paridad. Pero en las distintas áreas se notan diferencia. En el Derecho es normal que las abogadas vean los temas de familia, divorcios, pensión de alimentos, y los hombres, las más áridas, como derecho penal. Lo vemos en las mega audiencias: en la del caso Penta había una mujer, Catherine Lathrop, y una abogada representante del Consejo de Defensa del Estado, María Inés Horvitz. El resto, incluyendo los imputados, eran puros hombres. Hay reparos culturales con que una se pueda desenvolver en un mundo que es mayoritariamente de hombres. El Fiscal tiene a su cargo investigaciones en las que hay que darle instrucciones a hombres. En Valdivia partimos seis mujeres a cargo de la Fiscalía. De hecho, el ex fiscal regional, Xavier Armendáriz, le decía “Faldivia”. Hacerse cargo de liderar ese grupo fue una tarea muy bonita y muy difícil. Y si ya es difícil mujeres en el área penal, volvemos a los roles: las mujeres son las que llevan delitos sexuales y delitos contra niños. Cuando nos vamos a meter en corrupción, delitos económicos, delitos tributarios, que son las áreas de mi especialidad, también hay cierta resistencia. Ahí es donde cuesta quebrar la barrera. Y no sólo en mi caso, sino en el de todas las mujeres: uno debe probar que efectivamente sabe de lo que está hablando. Hay muchas oportunidades en que con los colegas hombres se presume que saben de lo que están hablando y no tienen que demostrarlo.
Una está obligada a ser matea y demostrarlo.
Claro, probar que uno está donde está producto de tu esfuerzo intelectual y no producto de otras cosas que les achacan a las mujeres cuando están en puestos de poder. Muchas veces son exigencias del medio y otras veces son auto exigencias.
Una se tolera menos pasos en falsos, porque están todas las miradas en uno.
Y porque sabe también lo que le ha costado llegar. Uno cuida mucho lo alcanzado. Yo sinceramente espero que las generaciones que nos suceden sean más libres. Con menos temor a equivocarse. Que los errores te enseñen y no te volteen tanto. Una es más sancionadora con una misma que el entorno.
Las mujeres somos exigentes con las pares y castigadoras con una misma.
Hoy ya me siento en mi zona de confort. A mí me gusta lo que hago, ocupo un espacio donde he
logrado tener una voz determinada, un ámbito de influencia y ser respetada, que es lo que a uno más le satisface desde el punto de vista profesional.
Dentro de los casos que ha visto quería preguntar por Marta Peña, porque es un caso insigne de la violencia hacia las mujeres. Que le puede pasar algo así a alguien -ser
descuartizada y los restos botados en la calle-. Y que no ha sido resuelto. Cómo la afectó a usted.
El Estado de Chile, y en ese contexto el Ministerio Público, tiene una cierta deuda con la forma cómo los casos de violencia de género se tramitan. Todavía hay una serie de prejuicios que rodean esos casos. Está la situación de Nabila Riffo, por ejemplo, donde no tenemos un análisis más profundo de cómo reaccionan las víctimas, los fenómenos de comportamiento asociados y que a veces no son entendidos. Muchas veces nos topamos con policías, con jueces o incluso con fiscales que no logran entender el fenómeno del desestimiento, que en casos de violencia de género profundo, existe habitualmente. La víctima tiende a negar su propia condición de víctima, negarse a la existencia de sus propios derechos y por eso se retracta; es una manera de evidenciar que está siendo víctima de otro tipo de violencia, a lo mejor ya no física, pero sí sicológica, de parte de su mismo agresor o de su entorno. El caso de Marta Peña es uno de los más duros que me ha tocado ver en mi experiencia como Fiscal. Duro desde el punto de la naturaleza misma del caso, y duro desde el punto de vista que no hemos sido capaces de resolverlo. De llegar, pese a creer que hemos invertido nuestros mejores esfuerzos, a un buen resultado. Y en el caso de Marta Peña confluyen una serie de situaciones emblemáticas de prejuicio en situaciones de mujer. Las primeras líneas de investigación tienden a hacer un escrutinio con respecto de su vida. Lo cual no es errado desde lo criminalístico porque uno necesita hacer una reconstrucción de la vida de Marta Peña, pero los medios exacerban ciertas características.
Como justificando lo que le pasó. Que también ha pasado con Nabila Riffo.
Según los antecedentes de la investigación, Marta Peña estaba dedicada al comercio sexual. Y eso tiende a justificar para los medios lo que pasó. Ese sesgo se ve en muchas situaciones similares, y no se nota cuando las víctimas son hombres. De nuevo se advierte algo cultural que es muy difícil de sobrellevar. En materia jurídica, todavía tenemos pasos para avanzar en el delito de violación.
Cuesta mucho construir casos de violación cuando la mujer no tiene lesiones. Un juez espera, para efectos de condenar, que la mujer tenga lesiones defensivas.
Por lo tanto a ese juez no le basta con que diga: Yo no quería. Es bien sutil, porque si analizamos otros delitos con la misma pena, los tribunales y la opinión pública no requieren más que la declaración de la propia víctima. Si se acerca un sujeto en la calle y me pone un cuchillo y me dice entrégame la cartera, y es encontrado con la cartera a pocas cuadras, lo más probable es que el tribunal condene a ese sujeto con mi declaración. La mirada de género en la investigación penal es muy, muy necesaria, y esto sí está corroborado por cifras, porque la intervención de mujeres en el proceso penal es muy, muy mayoritaria como víctima en relación a imputada. La población imputada mujer, no alcanza a ser el 3 o 4 % de imputados en el país.
Es difícil hacerse un espacio en mundo de hombres sin tener modelos a seguir. Hoy, de profesional, hay una carrera que le gustaría seguir como modelo.
Creo que hoy existen muchas mujeres que están abriendo espacios importantes en distintas
áreas. Últimamente estoy muy interesada por las mujeres científicas, si ya en el Derecho la brecha hombre-mujer es amplia, en la ciencia es muchísimo más amplia. De repente iniciativas como Girls in Tech o otras parecidas, me parecen muy interesantes. Iniciativas como Hay mujeres, donde están la Ángeles Fernández y la Paz Zárate. Creo que la forma de eliminar las brechas existentes es generar estos espacios de mujeres donde hagamos visibles esta situación. Sin ir más lejos, yo que soy muy apoyadora de la causa de las minorías sexuales, estas deberían ser referencia para las mujeres de avances vertiginosos en poco tiempo. Si uno compara los avances de los movimientos feministas, por ejemplo en brechas salariales, desde que se consiguió derecho a voto, han pasado 70 o 80 años y todavía estamos con los mismos problemas. Los movimientos de minorías sexuales han podido avanzar en la recuperación de derechos en forma muchísimo más rápida. El código civil establecía que las mujeres eran incapaces y eso se cambió el año 92, cuando llevaba 150 años. El acuerdo de unión civil y el matrimonio igualitario en otros lados son luchas que han demorado 10 o 15 años.
Lo que observo, es que lo que hace eficientes a esos movimientos es la cohesión. Tenemos que dejar de ser competitivas y aprovechar las condiciones propiamente femeninas para poder avanzar en este camino. Porque somos responsables de lo que viene después de nosotros.
Texto: Isabel Plant / Foto: Fernanda Claro.