Una de las figuras más importantes de la rebelión india en contra de los británicos en el siglo XIX, fue la líder del principado de Jhansi. Lakshmibai, o la Rani de Jhansi no sólo lideró a su pueblo en contra de la invasión, sino que terminó muriendo en batalla.
Nació con el nombre de Manikarnika y no era noble. Su padre era asesor de políticos y su madre murió cuando era pequeña. Esta historia familiar le permitió una educación completamente inusual para una niña en la patriarcal india: Manikarnika aprendió a leer y escribir, y también a andar a caballo y manejar la espada. Se casó con el marajá de Jhansi en 1842, convirtiéndose en reina, bajo el nuevo nombre de Lakshmibai. Ayudó a los pobres, entrenó en combate a mujeres e insistía en hablar con los británicos cara a cara.
Los británicos ya habían comenzado su expansión por India y crearon una ley que decía que si un principado no tenía un heredero de sangre, pasaba al control de Gran Bretaña y su imperio. Jhansi había tenido un hijo que murió a los pocos meses de vida, y luego junto a su marido el Marajá adoptaron a un niño, esperando revertir el dominio extranjero. El Majará murió y los británicos le ofrecieron a Lakshmibai una pensión por ceder el control de su territorio, ella se negó diciendo: “No renunciaré a mi Jhansi”, una frase que hasta hoy es conocida en India, al igual que la leyenda de esta reina.
El conflicto con los británicos escaló y estalló en combate, cuando las fuerzas invasoras irrumpieron en Jhansi en 1858, dejando miles de muertos. Lakshmibai se escapó a caballo, cabalgando con su hijo en la espalda. Se unió a las fuerzas rebeldes indias, que peleaban por su independencia, en el pueblo cercano de Gwalior. Los británicos la alcanzaron ahí, donde ella se defendió en batalla, ataviada como hombre, y empuñando armas. Murió en medio del combate.
Hoy, en India existen colegios, universidades y calles con su nombre, y es una de las figuras que más han sido inmortalizadas en la cultura popular del país.