Sobreviviente y símbolo de las “mujeres de consuelo”, esclavas sexuales del ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial, Kim Bok-dong fue una activista que rompió el silencio, exigiendo justicia y reparación por lo ocurrido a miles de mujeres.
Las autoridades obligaron a su madre, quien no sabía leer, a firmar un documento para que Kim, de 14 años, fuera a trabajar a una supuesta fábrica como contribución a la guerra. El trabajo resultó ser ocho años de esclavitud sexual en Hong Kong, Indonesia y Malasia por militares japoneses, quienes tenían lugares habilitados dentro de los campamentos. Las condiciones eran tan deplorables que Kim intentó suicidarse con otras dos jóvenes, pero fueron encontradas inconscientes y las llevaron a un hospital. En 1945, tras el fin de la guerra, Kim pudo volver a su hogar.
Los historiadores estiman que al menos 200 mil mujeres fueron forzadas a la prostitución por el ejército japonés. La mayoría de las sobrevivientes quedaron infértiles debido a las enfermedades sexuales, además de los traumas y vergüenza que llevó a las víctimas a ocultar su pasado. Kim fue una de las primeras mujeres en atreverse a hablar sobre lo que les habían hecho, llamando la atención a nivel internacional.
En 1993 Kim testificó en la Conferencia Mundial de los Derechos Humanos realizada por las Naciones Unidas en Viena, y así se convirtió en una activista presente en diferentes foros del mundo, lo que además permitió crear una red de sobrevivientes en Corea del Sur. “Estoy lista para perdonar”, dijo. Se dedicó a protestar y exigir una reparación formal por parte del gobierno japonés para que entregará una sincera disculpa por los hechos ocurridos.
Gracias a su perseverancia, fundó el Fondo Mariposa para ayudar a mujeres víctimas sexuales de la guerra en diferentes partes del mundo.
Murió de cáncer a los 92 años, y fue cortejada por más de mil personas en las calles de Seúl, quienes reconocieron su incansable lucha.