La Guerra de los Cien Años fue una lucha feudal entre Francia e Inglaterra originada debido a que los reyes ingleses habían acumulado mucho territorio en suelo francés, durante varias generaciones. En esta contingencia, en 1412, en lo más humilde de Francia, nació Juana de Arco, la Doncella de Orleans.
Desde los 14 años Juana comenzó a experimentar visiones y escuchar voces que ella atribuyó a Santa Catalina de Alejandría y Santa Margarita de Antioquía. Pasó de oír mensajes confusos hasta uno que la llevaría a ser una mártir nacional: liberar a la ciudad de Orleans del asedio de los ingleses para devolverle la gloria al reino francés.
Siendo solo una adolescente, se abocó por completo a completar la misión divina de salvar a Francia. Se dirigió al comandante de las fuerzas reales, Roberto de Baudricot, quien la ignoró durante un año, hasta que ella acertó en la predicción de una derrota; así, se le concedió una escolta hasta Orleans. Su popularidad por la convicción de su lucha creció y el que delfín decidió darle una audiencia, pero este, para no arriesgarse ante una desconocida, hizo que un sirviente lo suplantara y se ocultó entre la multitud. Cuando Juana entró a verlo, hizo honor a su fama de poseer contactos divinos y encontró al delfín entre la gente.
Juana consagró su voluntad de hacerlo rey de Francia en nombre de Dios; para lograrlo, debía guiar una campaña militar en Orleans, expulsar a los ingleses y recuperar los territorios perdidos. Así comenzó la campaña del Loira, donde Juana de Arco logró la liberación de la ciudad francesa y recuperó varios puentes. Luego vino el triunfo en la batalla de Patay, donde los franceses y Juana le quitaron poderío territorial a Enrique VI de Inglaterra, logrando que el delfín se alzara como el heredero al reino francés. En 1429 fue coronado como Carlos VII.
Con el país más unido, el nuevo monarca comenzó a realizar acuerdos de paz con los ingleses. Juana no era partidaria de las treguas, y el rey comenzó a verla como una amenaza a su reinado. Fue apresada en la Borgoña en 1430 y entregada a los ingleses, quienes la condenaron a ser quemada en la hoguera. Se le acusó de hereje, blasfema, bruja e inventar falsas revelaciones y apariciones divinas.
Más de 20 años luego de su muerte, se revisó su caso de Juana y el papa Calixto III declaró que la condena a esta mártir había sido una injusticia. Siglos después, en 1920, el papa Benedictino XV la proclamó santa y Juana de Arco se convirtió en la patrona de Francia.
Texto: Libro Mujeres Bacanas.