Este año se cumplieron 40 años desde que nació el primer bebé probeta, producto de la fertilización in vitro, tratamiento para la fertilidad que ha traído al mundo alrededor de 8 millones de personas y que no hubiera sido posible sin el trabajo, raramente reconocido, de la inglesa Jean Purdy.
Luego de estudiar Enfermería en el Hospital de Addenbrooke en Cambridge y trabajar en dos hospitales, se presentó para ser asistente del embriólogo Robert Edwards en el Laboratorio Fisiológico de Cambridge en 1968.
Ese mismo año 1968 Edwards, junto al ginecólogo Patrick Steptoe habían comenzado a realizar experimentos para ver si los óvulos humanos podían ser extraídos del cuerpo, fertilizados y luego devueltos al útero para que se gestaran. El dúo de científicos fue completado con Jean, quien en principio estaba a cargo del laboratorio como técnica, pero cuyas funciones se hicieron tan indispensables que cuando se ausentaba varios días para cuidar de su mamá enferma, el estudio quedaba en pausa. El trío de científicos realizó pruebas por casi una década hasta que el 25 de julio de 1978 nació Louise Brown, la primera persona concebida fuera del útero, que lejos de ser un monstruo , como la opinión pública denominaba al experimento, era una guagua sana y adorable, que dio cuenta al mundo de las posibilidades de este tratamiento para la reproducción.
Jean fue coautora de 26 publicaciones académicas con Robert Edwards, donde destacó en ser la primera persona en reconocer y describir la formación temprana del blastocisto humano.
Su trágica muerte en 1985 la dejó fuera de la historia, a pesar de ser nombrada muchas veces por sus compañeros cada vez que eran reconocidos por su labor científica en la reproducción humana. Incluso Edwards, quien en 2010 ganó el Nobel en parte por la fertilización in vitro, tuvo que pelear por años para que el nombre de Jane fuera agregado al suyo y el de Steptoe en la placa conmemorativa de la clínica Bourn Hall, lo que recién pasó en 2015.