Banco comunal: Desierto Florido, Calama
Verónica trabajó en lo que pudo, hasta que en 2020 se integró al banco comunal Desierto Florido y llevó a cabo su sueño: tener su propia peluquería. “Ha sido la maravilla más grande de la vida porque confiaron en mí”, dice. Desde su ingreso no ha dejado de invitar a distintas mujeres a unirse a Fondo Esperanza porque está segura de que “para todas brilla el sol”.
Estudiaba Trabajo Social en Chillán cuando quedó embarazada de su primera hija, Yeimy, y se tuvo que retirar de la carrera para regresar a su Calama natal. Allí cuidó a la hija de una amiga e hizo aseo en su casa; trabajó en una farmacia y tejió paños que vendió para comprar pañales.
A los 26 años se emparejó con Andrés, su actual esposo, y comenzaron a construir una casa en un terreno de sus suegros. Se desempeñó como cajera en un supermercado, vendió productos de belleza, ropa y perfumes, y fue recepcionista de un hotel. Luego tuvo a su segunda hija, Daniela, y vino un tercer embarazo, más complejo: “Se me vino el mundo encima, tenía 34 años. Estaba embarazada de gemelas, pero una la perdí”. Nació Valentina.
Un par de años después a Verónica le detectaron fibromialgia; la enfermedad ha tenido un costo sicológico que ha ido tratando. Además, encauzó su carrera: se dio cuenta de que la peluquería era lo suyo.
Siempre le gustó cuidarse el pelo y le llamó la atención cómo trabajaba la persona que se lo alisaba. Le dijo que a ella le gustaría hacer lo mismo. En 2019 Verónica comenzó a ofrecer productos para el cuidado del cabello y, luego, el servicio de alisado. “Aprendí de manera autodidacta”, dice.
Con el apoyo de su familia, acondicionó un espacio en la logia de su casa y compró enseres de peluquería. Las clientas fueron llegando por recomendación y con el dinero que ahorró se pagó un curso de alisado avanzado. Una amiga le regaló un lavapelo portátil. “Me dijo que creía que tenía manos para esto”, recuerda.
En 2020 la invitaron a una reunión de Fondo Esperanza. Estaba nerviosa, cuando se tuvo que presentar dijo que “hasta ese momento no le había quemado el pelo a nadie”. Verónica ingresó al banco comunal Desierto Florido y a los dos meses llegó la pandemia.
Helen, asesora de Fondo Esperanza, la llamó para preguntarle cuál era su plan B. “Ella confió en mí y pidió que me dieran una oportunidad para crecer”. Vendió cremas y mascarillas para el cabello y creó su emprendimiento Veyeda Alisados. Además de hacer promoción en redes sociales, sus compañeras de banco le compraron productos y de a poco Verónica volvió a atender a sus clientas.
En 2021 construyó su mini salón en el antejardín de su hogar. Con los nuevos créditos compró muebles e implementos para su peluquería. “Me arriesgué y empecé a confiar en mí”, dice. Además cambió su dieta alimenticia y disminuyeron los dolores causados por su enfermedad. ¿El siguiente paso? Verónica va a ampliar el rubro: poner pestañas.