Monica Paulus, activista de Derechos Humanos de Papúa Nueva Guinea (PNG), ha dedicado su vida a defender a mujeres culpadas de brujería en su país que son asesinadas brutalmente. Los ataques relacionados a acusaciones de brujería son comunes en PNG; se cree que en los últimos 20 años se han perpetrado más de 6.000.
Al morir su padre de un infarto al corazón, su hermano la acusó de asesinarlo usando brujería. Le prohibieron ir al funeral. Amenazaron con abusarla, torturarla y matarla. Monica escapó de su ciudad y se fue a vivir a otra provincia para evitar que la quemaran con varillas de hierro caliente y la crucificaran en plena calle como a muchas otras “brujas”.
En 2000 se unió a la organización Meri I Kirap Sapotim (Mujeres Levántense y Apoyen). La institución centraba sus trabajos en la buena gobernanza, la ciudadanía activa y los derechos de mujeres y niños. Monica se convirtió en activista. Comenzó a ayudar a las víctimas para que llevaran sus casos a la justicia y que los agresores fueran juzgados.
Documentó casos de abuso y envió informes a la ONU y Amnistía Internacional. Viajó a visitar a personas que habían huido de sus hogares buscando salvar sus vidas. Si no era seguro que se quedaran donde estaban escondidas, las llevaba a su casa y hallaba formas para poder darles alimento y ropa.
Cofundó la Red de Defensores de los Derechos Humanos de las Mujeres de las Highlands y Stop Sorcery Violence. La primera, una ONG que tiene como objetivo eliminar la violencia de género en las comunidades; brindar apoyo a mujeres rurales que escapan de acusaciones de brujería y casos extremos de violencia. La segunda es una plataforma que proporciona información sobre los daños causados por las acusaciones de brujería.
En 2015 fue galardonada con el premio Papua New Guinea Awards for Women por su valentía y coraje. En 2014 Amnistía Internacional Australia la describió como una de las mujeres más valientes del mundo en la celebración del Día Internacional de la Mujer.