Fue primero poeta y después narradora, dramaturga y columnista. Con obras atravesadas por el amor, las pérdidas y los duelos, la antioqueña Piedad Bonnett es la ganadora del XXIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el galardón más importante para los poetas en español y portugués. Profesora de poesía latinoamericana durante 30 años y tallerista por 20, encontró en la escritura la manera de bucear en la vida y hacer las paces con ella.
Hay un momento de su infancia que aún recuerda: va de la mano de su mamá cruzando la plaza de la ciudad donde vivía, ubicada en el municipio andino de Amalfi en Colombia, al puesto de una señora que arrienda libros infantiles por algunos centavos.
Su mamá le había enseñado a leer cuando tenía cuatro años y cada vez que visitaban ese lugar ella se llenaba de felicidad.
Proveniente de una familia con un padre castigador, la enviaron a un internado de monjas por ser “indomable”. A los 14 años escribía tanto como leía, era su forma de soportar el mundo. A los 15, con el libro «Crimen y castigo» entre sus manos, miró por la ventana de la biblioteca de su casa en Bogotá y tuvo una revelación: quería ser escritora.
Se licenció en Filosofía y Letras de la Universidad de los Andes e hizo una maestría en Teoría del Arte, la Arquitectura y la Ciudad en la Universidad Nacional de Colombia. Casada con Rafael Segura, con quien tuvo dos hijas y un hijo, trabajó como profesora en su alma mater y en la Universidad Nacional. Con 38 años publicó su primer poemario: «De círculo y ceniza», con el que ganó una mención de honor en el Concurso Hispanoamericano de Poesía Octavio Paz de 1989.
Merecedora de varios premios y reconocimientos, con obras traducidas a diversos idiomas, Piedad es considerada una de las voces más influyentes en la escena literaria latinoamericana. Con una escritura que nace desde la honestidad y la memoria como un ejercicio de introspección, uno de sus libros más íntimos es «Lo que no tiene nombre», la historia de la condición mental de su hijo y su consecuente suicidio.