Durante 1 hora 57 minutos y 29 segundos Bárbara Riveros no paró. Nadó, pedaleó y corrió hasta alcanzar en quinto lugar a la meta de la triatlón femenina de Río de Janeiro 2016. Fue la mejor marca que obtuvo un deportista nacional en los últimos JJ.OO.
La suya ha sido una carrera constante de esfuerzo. Su padre, Agustín Riveros, ha sido determinante en su desarrollo deportivo. Desde que era chica Bárbara lo acompañó, junto a sus hermanos, primero pedaleando y después corriendo a su lado mientras él entrenaba como atleta amateur. Los hermanos Riveros Díaz crecieron entrenando y compitiendo.
Durante la educación básica estudió en un colegio Waldorf y su madre les fomentó la importancia de desarrollar un mundo espiritual y habilidades artísticas. De esta manera Bárbara se convirtió en una deportista de alto rendimiento que anda trayendo una flauta en su equipaje. “Así se relaja”, afirman sus cercanos. Durante su juventud también destacó como futbolista y tenista. La constante presión por mantener becas deportivas y perfeccionarse hicieron que a los 18 años su hermano Agustín decidiera retirarse del atletismo profesional, Bárbara en cambio decidió seguir.
Ha pasado su vida concentrada en las metas que quiere alcanzar. En el Mundial de Gamagori, Japón, en 2005, Bárbara comenzó a consolidar su profesionalización. En esos momentos muchos de sus cercanos consideraron que dedicarse al triatlón en Chile era una locura. Un año después partió a Australia para dedicarse a ser la mejor triatleta, eso le significó trabajar hasta limpiando baños para subsistir en ese país porque no quiso que sus padres asumieron ese costo.
“Mi razón de ser es motivar”, ha dicho la triatleta que ahora cierran un gran año luego de haber emocionado a todo el país por la calma y fuerza con la que cruzó la meta en los JJ.OO. Para coronar, fue elegida la mejor de los mejores en los premios del Círculo de periodistas deportivos.