Emprendedora no era, porque doña Isidora nació en cuna de oro. Pero mientras que muchas mujeres de la época se quedaban felices bordando y tocando el piano como señoras de bien, Goyenechea heredó una fortuna -fue una de las mujeres más ricas del mundo a mediados del siglo XIX-, enviudó, y en vez de dedicarse al hogar se convirtió en una de las primeras empresarias en Chile, con una visión innovadora de los negocios.
Vamos por parte: Isidora era hija de María de la Luz Gallo, quien al enviudar de don Ramón Goyenechea, se casó con su socio, Matías Cousiño. Isidora se casó a su vez con el hijo del primer matrimonio de este, Luis Cousiño (la clase alta chilena y sus enjambres). Cuando murió
don Matías, Luis se hizo cargo de la fortuna familiar, e Isidora se adentró en los negocios de su marido. Partió con la construcción del Parque Cousiño de Lota, ya que la familia tenía las minas de carbón del lugar. En 1873 Isidora queda viuda, y termina por liderar las empresas, incluyendo las minas de Lota y Coronel, que siguieron entregando suministros durante la Guerra del Pacífico ante el liderazgo de la empresaria. En Lota, Goyenechea se preocupó de pavimentar calles y de que las casas de obreros tuvieran implementaciones como artesas de lavado, además de fundar el hogar Pequeño Cottolengo para huérfanos; por lo que se considera es una de las pioneras de la Responsabilidad Social Empresaria. En otros rubros también puso lo suyo: hay historiadores que dicen que fue de las primeras en introducir el salmón a Chile, aunque con experimentos fracasados.
Entre medio de todo esto, instaló la primera planta hidroeléctrica de Sudamérica, la central Chivilingo, en 1897. Y también creó, junto a Luis, la viña Cousiño Macul, la más antigua de nuestro país, importando cepas como Cabernet Sauvignon y Merlot, por lo cual nos declaramos hoy, eternamente agradecidas.
Salud, doña Isidora.