Eran las tres de la tarde del 11 de septiembre de 1973, cuando en pleno toque de queda, Georgina Araneda (1958, Valdivia) cruzó el Humedal Angachilla de su natal Valdivia con un vestido de tul y zapatillas de ballet. Tenía solamente quince años, y ya formaba parte de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Austral de Valdivia.
No le sucedió nada grave, pero con el paso del tiempo siguió cultivando lo temerario de su espíritu. A mediados de los ‘90, recibió un llamado que no tenía que ver con la danza: las Brigadas Internacionales de la Paz a cargo de la UNESCO la invitaron a Guatemala en calidad de observadora y escolta en zona de guerra. Una vez ahí, caminó decenas de kilómetros desde ese país hasta Quintana Roo en México, escoltando más de dos mil personas entre las que se encontraba, incluso, la Premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú.
Volvió a Chile movilizada por un fuerte sentido del servicio sobre lo artístico y en 2002 se unió a Jaime Jory (Premio Nacional de Danza 2009), para fundar el estudio de danza Dancerías en Temuco.
En 2006 decidió modificar su ruta de viaje y se trasladó hasta Ecuador para convertirse en maestra, coreógrafa y coordinadora del Ballet Metropolitano de Quito, dirigiendo piezas como “Obras de Pedro Prado”, “Vuelvo” y “12 coreografías de los bailes típicos de Ecuador”. Ese mismo año, creó la Agrupación Danza Araucanía, marcando un hito sin precedentes al reunir agentes, profesores, compañías y gestores de danzas en esa región.
Hoy, Georgina acumula más de 40 años de trayectoria coreográfica, pedagógica y dancística. Aquí se destacan la formación a jóvenes y adolescentes al mismo tiempo que la gestión y la difusión cultural de esta disciplina en lugares como Guatemala, Ecuador, Valdivia y la Araucanía.
Esta biografía está realizada en colaboración con NAVE