Es considerada como una de las escritoras más influyentes de la poesía norteamericana. Emily Dickinson destaca por un estilo único, profundo, con versos cortos y palabras coloquiales, para dar cuenta de su visión del mundo, pensamientos, y conocimientos sobre la naturaleza y astronomía. Al igual que otras autoras del siglo XIX, mantuvo su carrera como escritora en el anonimato y su obra no fue publicada hasta después de su muerte.
Emily Dickinson perteneció a una familia de Nueva Inglaterra, que llegó a Massachusetts en la primera oleada migratoria puritana. Vivía con sus padres y estudió en el Amherst Academy, para luego ir al seminario femenino Mount Holyoke antes de volver a su casa en Amherst. Desde pequeña Dickinson destacó en los estudios y dejó en evidencia su inteligencia, interesándose por aprender nuevos conocimientos en botánica, historia natural, astronomía, entre otros.
Tenía 20 años años cuando comenzó a escribir sus primeros poemas en 1850. Se tienen pocos detalles de su vida privada, pero se le recuerda como una adolescente excéntrica y sociable. Tuvo dos amigos, mentores y posibles amores que murieron abruptamente, y marcaron la vida de Dickinson.
A partir de 1862 eligió tener una vida solitaria y aislada, donde la escritura se convirtió en la forma de escapar de la monotonía y los problemas de sentirse que no encajaba con su entorno. No recibía visitas y evadía cualquier tipo de contacto. Tuvo unos difíciles últimos años, marcados por la muerte de su padre, madre y sobrino. Dentro de su círculo cercano, la acompañaron su hermana menor Lavinia y su mejor amiga, quienes después de su muerte por nefritis fueron responsables de dar a conocer su talento al mundo.
Su primera colección de poemas se publicó en 1890, y luego fueron traducidos y editados en otros libros que recopilan su legado. Fueron más de mil ochocientos escritos que constatan que fue una de las plumas más brillantes y originales de la literatura mundial. “Si yo puedo evitar que un corazón se pare / no habré vivido en vano. / Si yo puedo aliviarle a una vida el dolor / o calmar una pena; / si ayudo a un desmayado petirrojo / y lo llevó de nuevo hasta su nido, / no habré vivido en vano”.