Eclipsada por la figura de su marido, Albert Einstein, Mileva Marić fue una física matemática a quien se le atribuye parte de la autoría de la Teoría de la relatividad. Nacida en Titel, actual Serbia, Mileva ingresó a estudiar Física en el Instituto Politécnico Federal de Zurich, donde era la única mujer inscrita en matemáticas y la segunda en licenciarse de la carrera de Física. Fue allí donde conoció a Albert en 1896, de quien se enamoró inmediatamente. Incluso, se dice que ella le dio clases de matemáticas a él.
Desarrollaron una relación amorosa e intelectual, y pronto comenzaron a investigar en conjunto. Existen varias cartas de esta época de noviazgo donde Albert debate con ella sus ideas de la relatividad e, incluso, se refiere a “nuestra teoría” y la trata de colega. Esto ha dado pie para que investigadores como E. H. Walker afirmen que las ideas fundamentales de la Teoría de la relatividad son de Mileva.
Un detalle decisivo, según la profesora de Historia y Filosofía de la ciencia, Inmaculada Perdomo, fue que Mileva pasó un semestre en la Universidad de Heidelberg, en Alemania, donde se enfocó en el estudio del efecto fotoeléctrico. Curiosamente, estos contenidos, sobre los que solo ella recibió clases, son los que fueron trabajados por Einstein y por los que recibiría posteriormente el Nobel.
Luego de un tiempo Marić quedó embarazada y se dedicó mayormente al cuidado de sus dos hijos, uno con un retraso mental severo que le demandaba mucho tiempo. Esta fue la época en que Einstein consigue un puesto académico y tiene espacio de concluir sus estudios para desarrollar la teoría que lo haría pasar a la historia con uno de los descubrimientos más relevantes del siglo XX.
Poco a poco la relación entre ambos se fue deteriorando –hay evidencias de que además no trataba muy bien a su esposa– y finalmente se divorcian. Si bien nunca le concedió ningún tipo de crédito a Mileva –y ella tampoco lo reclamó–, le dio parte del pago que recibió por el Premio Nobel de Física. Después del divorcio Marić vivió algunos años en Berna, Suiza, y murió años después en Zurich. Hay placas en su ciudad natal que la recuerdan, por ser una de las primera mujeres en estudiar conocimientos hasta el momento resguardados para hombres.