“Hay un castigo permanente al comportamiento de la mujer”.
La cantante habla de la nueva versión de Ruidosa, el festival de música y conversación hecho por y para mujeres, la importancia de tener referentes y de sus bacanas preferida.
Francisca Valenzuela está en Estados Unidos, con frío, pero dice que no se siente tan lejos de Chile, donde por estos días nos fundimos de calor. La músico chilena ha estado viajando entre nuestro país y el del norte en los últimos años, y en esos periplos ha exportado su gran emprendimiento y activismo lanzado en 2016: el festival Ruidosa, lleno de “mujeres que hacen ruido”, como dice su lema. Valenzuela, con tres álbumes exitosos en el cuerpo, se lanzó junto al equipo del blog Zancada a armar un evento en donde se mezclara música y conversación, alrededor del género. Donde las mujeres fueran las protagonistas y no actores secundarios. Y donde se pudiera discutir sobre qué nos gusta, qué nos cuesta y más. Tras el debut en Chile, se llevó Ruidosa a México, y luego a Los Angeles, California. Acaba de anunciar el segundo Ruidosa en Santiago para el 9 y 11 de marzo, y donde habrán conciertos desde MKRNI a Tomasa del Real, conversatorios con Marialy Rivas (directora) o Marisol García (periodista), talleres para djs y dirección de videoclips, y donde el plato estelar incluye una charla de Jessica Hopper, quizás la periodista de música mujer más importante de las últimas décadas.
¿Que factor común encontraste entre Ruidosa México, Los Angeles y Chile? Qué se repite en las conversaciones de las mujeres en música.
Todas tienen disposición y generosidad, y un nivel de autocrítica increíble. Son muy transparentes, muy fans las unas de las otras. Y también hay seguridad con sus proyectos; la identidad de cada una es muy rica. Por una parte hay una similitud en una postura muy empoderada, muy ambiciosa, pero muy natural a la vez. Cada una va navegando a su pinta, y hay una naturalidad en esa curva de crecimiento. Lo otro es que hay también una increíble influencia de referentes. Desde el aspecto familiar, cuando mencionan a tías y abuelas, iconos que las han empoderado y motivado y defendido; por ejemplo, pienso en la Mon Laferte hablando de su abuela, o la Marisol Hernández, de Santa Cecilia, cuando hablaba de su mamá, que se la llevó de México y la trajo a Estados Unidos para seguir su música.
¿En ese sentido tú también tienes referentes?
Sí, mi propia mamá (la destacada científica Bernardita Méndez) es una de mis grandes referentes, y una de mis grandes influencias. Es interesante ver la importancia de los ejemplos, ya sea familiares o de gente que uno ve en el escenario. La Andrea Alvarez (argentina) decía: “Yo no veía mujeres en el escenario, pero vi a Charly y dije voy a ser como él”. Los ejemplos son importantes. Volviendo a los temas en común que vi en las participantes de Ruidosa es que, de una manera u otra, todas han encontrado momentos de incomodidad, o de rabia derechamente, con prejuicios y dificultades, en la industria. Suena genérico, pero no es obvio: una y otra vez las mismas historias, de entrar a una habitación llena de ejecutivos hombres, o ir a un freestyleo de Mcs que eran puros hombres…
Claro, algunos pueden dudar de la necesidad de un festival de mujeres, pero finalmente, todo el tiempo pasan esas cosas, la falta de presencia femenina.
Lo interesante del mundo de la música en particular, que es donde partimos con el eje de Ruidosa, es apuntar a la falta de participación en las posiciones de poder de la industria. En los bookers, management, la gente que tiene recursos y manejo de oportunidades. Yo les preguntaba a las chiquillas si creían que a la hora de negociar con sellos y managers, si hubiera una mujer, ¿sería diferente la negociación? Muchas ni se lo habían preguntado; no sabemos porque no pasa. Pero la Carla Morrison, por ejemplo, me dijo “Siempre va a ser un güey el que me esté dando órdenes, por eso soy independiente”. Se conversa eso: si sería diferente el paisaje musical, el manejo de los estereotipos en los medios, si hubiera presencia de mujeres, con su sensibilidad natural.
¿Cuáles son los mayores obstáculos que te has topado en tu carrera?
Parto siempre de la base que viniendo de Chile, de una comunidad pequeña, ser artista es difícil, y tengo el privilegio de vivir una carrera sustentable, estoy disfrutando una carrera artística. Habiendo dicho eso, creo que hay distintas dificultades. Hay una cosa casi filosófica de qué artista una quiere ser. Llevo 10 años de una carrera, no puedo hacerme la loca con que soy música y artista, debo preguntarme qué estoy haciendo, qué música quiero hacer, qué busco. Por otra parte están las dificultades prácticas, que tienen que ver con industria y con expectativas. Dónde quiero llegar, cómo se llega, porque se mueve todo el rato la meta. Cómo es la realidad cotidiana de esa carrera, y cómo alineo esa carrera con las expectativas que tengo y con la comodidad que quiero. Y aterrizando más, están las dificultades de que en el mundo de la música o el arte, el producto o protagonista es uno. Y eso es narciso y agotador.
¿Es difícil para una mujer que vive de la música no ser tildada de “artista femenina”, que tiene que cantar de amor?
Eso lo conversamos en Ruidosa del año pasado, en Chile. Los temas tabú de las mujeres, si hay prejuicios para que las mujeres toquen unos temas, o se les trate diferente al hablarlos que a los hombres. Yo creo que hay dos escalas. En Chile somos un país muy rico en lo literario y en lo lírico, así que hay un prejuicio pero no tan grande, porque hay apertura e interés en las artes gracias a figuras como Jorge González, como Violeta Parra. Pueden decir de mi Peces, Peces, Peces, pero igual escuchamos Salvador, Catedral, hay letras complementarias a lo mainstream, o a lo que uno presenta primero. Ha ido cambiando también, porque cuando yo me lancé hace diez años atrás, la pregunta era ‘por qué eres mal genio’, ‘por qué eres enojona’, ‘qué te hicieron’. Era una simplificación para las comunicaciones y hoy, gracias a las redes sociales, puedes presentar un proyecto más íntegro. Vas a tu velocidad.
¿Cuáles crees que son las deudas más grandes de género en Chile hoy?
Hay una deuda cultural en la conversación sobre la responsabilidad de género, lo que eso significa. El bienestar de la familia termina recayendo en la mujer, y eso se refleja en las políticas públicas, los costos familiares son más altos para las mujeres. Tiene que ver con la percepción del “deber ser” de la mujer, que suena amplio pero tiene aterrizajes concretos. Desde que en los baños de hombres no hay mudadores a que la cobertura de salud es más cara para las mujeres. Y sin duda hay una subyugación muy grande, si uno mira el femicidio hay un castigo permanente al comportamiento de la mujer. Hay una incorporación automática de cómo debería ser la mamá, la hermana, la hija, que es muy violento y limitante. También me encantaría diversificar el rol de la mujer en los espacios que son de talentos “duros”, como mujeres en minería, ciencia, matemática, ingeniería; hay una deuda de visibilización ahí.
¿Por qué crees que a las nuevas generaciones aún les da susto usar la palabra feminista?
Quizás por la tradición de la palabra no más. Hay menos sensación combativa que la generación anterior, sin duda, y creo que tiene que ver con que hay un eco con las redes sociales, los medios, los artistas. Que Taylor Swift se defina feminista tiene un impacto al final. Yo creo que hay ahí un efecto en cadena, que va pegándole a ciertos estereotipos y barreras que van cayendo. En el caso de las generaciones mas jóvenes creo que hay también dos acercamientos, partiendo por el desconocimiento de los conceptos o prejuicio que viene de antes. A veces pueden ser feministas pero no saben ponerle el nombre. Y lo otro es un acercamiento de querer superar las problemáticas de individualización de la sociedad que va por: esto no debería ser tema, ya lo superamos, estamos más allá de la codificación de géneros binaria.
Y para terminar, ¿cuáles son tus mujeres bacanas preferidas?
¡Tengo demasiadas! Mi mamá es una referente importante y tengo la suerte de que ella sea una bacana. Ahora de adulto y observando no solo como hija, sino como persona, ella es un ejemplo potentísimo y eso lo tengo muy arraigado. En la literatura, soy muy fan de Sylvia Plath, de Susan Sontag, soy muy fan de Joan Didion. Pienso en música en Violeta Parra y Patti Smith, en arte la Barbara Kruger, la Jenni Holzer. Un montón, es constante la inspiración.
Texto: Isabel Plant / Fotos: Gentileza Ruidosas/Rosario Oddo