La investigación de fósiles mamíferos en distintos lugares del Mediterráneo, llevó a la paleontóloga Dorothea Bate a ser una precursora de la arqueozoología a principios del siglo XX.
Aun cuando no recibió educación formal, debido a ser mujer, su interés por la naturaleza la llevó con diecinueve años a pedir trabajo en el Museo de Historia Natural en Londres. Su inteligencia y entusiasmo convencieron al zoólogo Richard Bowdler de probarla en el salón dedicado a las aves clasificando pieles, y así Dorothea se transformó en una de las primeras mujeres en trabajar en la institución.
Su ánimo de exploradora la llevó a sus primeros descubrimientos fósiles en las cavernas sobre los acantilados del río Waye en Inglaterra. Ahí desenterró 15 piezas de especies de mamíferos y aves de 10.000 años de antigüedad.
Entre 1901 y 1911 su dedicación a los fósiles mamíferos la llevó a explorar las zonas montañosas de las islas de Creta, Chipre y las Baleares. Descubrió más de 200 restos arqueológicos entre pájaros, insectos y mamíferos, e incluso algunas especies desconocidas hasta ese momento por la ciencia: elefantes pigmeos, hipopótamos y el hallazgo de un antílope-cabra fosilizado, que Bate bautizó como Myotragus.
Tras seguir investigando para el museo, y ya con un renombre científico por sus descubrimientos, la arqueóloga Dorothy Garrod le envió en 1929 restos que había encontrado en las cuevas de Nahal Me’arot en Monte Carmelo, ubicada en Palestina (territorio que hoy es de Israel). En 1934 Bate se unió a la excavación de Garrod y juntas descubrieron más de 54 especies animales diferentes de cerdos, ciervos y gacelas. Ese mismo año, fue requerida por el Departamento de Antigüedades de Palestina para que revisara unos fragmentos fósiles, que Bates identificó como un elefante, la primera especie extinta descubierta en ese territorio. Entre 1935 y 1937 Bate se dedicó a excavar en una colina de Belén, donde desenterró animales del pre Pleistoceno, elefantes, rinocerontes y tortugas gigantes de 1.8 millones de años de antigüedad.
Sus descubrimientos pioneros en el mundo de la arqueozoología quedaron en los cientos de fósiles que desenterró, y en los 80 reportes y reseñas que publicó. Murió en 1951 tras una trombosis.