Nació en el campo, en Lumahue, en la Región de la Araucanía chilena. De sangre mapuche, Zunilda Lepin pasó su infancia cerca de la tierra y los animales; quedó huérfana de madre y se la pasaba yendo desde la casa de su padre a la de su querida abuela. Fue a ella a la que primero vio cultivar huertas.
A los quince años la mandaron a la ciudad a trabajar, y tras un paso por Santiago de niñera, volvió al sur y volvió al campo. Se casó, tuvo cuatro hijos -hoy tiene nietos y bisnietos-. Ya sea viviendo en campamento o en su propia casa, que Zunilda comenzó siembras, a plantar verduras y plantas. Y hace treinta años que armó en Temuco una magnífica huerta, con variedades para comer, otras medicinales y otras para ornamentar. Su huerta no sigue filas ordenadas ni distancias, sino que los cultivos crecen más salvajes, pero ella sabe dónde está todo y cuáles son las variedades.
Su camino en la tierra la convirtió en una guardiana de semillas, que reúne variedades aún libres de químicos, recolecta e intercambia especies cuyos frutos son como los de antes: más sabrosos, más olorosos, estacionales y sanos.
Zunilda se ha vuelto en una cara visible del resurgimiento del trafkintu, o la práctica tradicional mapuche del trueque de semillas. Es una curadora de semillas, que ha viajado por Chile y otros países para traspasar sus conocimientos sobre el cuidado de estas y la tierra. Además para intercambiar semillas, recuperar algunas perdidas, conocer otras; es parte de la comunidad Red de semillas libres de Wallmapu.
También tiene su propio restaurante en Temuco, donde ofrece cocina campesina: Zuny tradiciones.
En el año 2015, el Ministerio de las Culturas nombró a Zunilda Lepin un “Tesoro humano vivo” por su historia “al servicio de la vida de las plantas”.