Buda femenina, es la más conocida de las mujeres iluminadas del Tíbet. Yeshe Tsogyal es una modelo para los practicantes contemporáneos de esta doctrina filosófica por su tenacidad y elevados logros espirituales. Cuando su madre y padre la concibieron tuvieron visiones la una con el otro. El parto fue sin dolor y estimaron que había nacido con habilidades extraordinarias, pensaron que ella sería una gran maestra o bien esposa de un emperador. Y no se equivocaron.
Pese a que quería seguir una vida de práctica del Dharma en lugar de casarse, sus padres decidieron lo contrario. Su primer pretendiente la violó y del segundo escapó. Fue colocada en el harén del emperador del Tíbet, Trisong Detsen, hasta que éste la ofreció como don a Padmasambhava -conocido como Gurú Rinpoché y considerado como un segundo Buda- a cambio de sus enseñanzas.
Determinada a iluminarse, se convirtió en la principal discípula y consorte del Gurú. Paralelamente en el reino hubo rumores de su desaparición, el emperador explicó que había sido dada en ofrenda. Para evitar el castigo, escaparon a unas grutas donde continuaron el ejercicio de la meditación. Practicó la entrega a los demás y las ocho austeridades: el alimento, la vestimenta, la palabra, el cuerpo, la mente, los aprendizajes, la compasión y la benevolencia. Debió superarlas para tener un total dominio de su mente y alcanzar la budeidad.
Tenía dudas sobre cómo una mujer podría transformarse en el Dharma, “ya es suficiente tratar de sobrevivir”, a lo que su maestro le respondió que “la base para alcanzar la iluminación es un cuerpo humano. Masculino o femenino, no hay gran diferencia, pero si ella desarrolla la mente inclinada a la iluminación, el cuerpo de la mujer es mejor”. Se dice que asistió a Padmasambhava en la emanación de algunos de sus tesoros de conocimientos (termas) y que sus reflexiones sobre visión, meditación y acción han marcado las prácticas del budismo tibetano. Su fuerza, resistencia y constancia son admiradas en el mundo budista.