Vestida siempre con una túnica blanca de bordes azules, que solo dejaba sus manos y cara al descubierto, la Madre Teresa demostró al mundo lo que la bondad hace con quienes no tienen nada. Acogió, a través de su orden las Misioneras de la Caridad, a pobres, enfermos, huérfanos y moribundos.
Nacida en el antiguo Imperio Otomano, Agnes Gonxha Bojaxhiu sintió desde niña el llamado divino. De familia católica, a los 18 años decidió unirse a la congregación Instituto de la Bienaventurada Virgen María, en Irlanda. Ese mismo año, 1928, viajó en barco a la India, en su afán de ser misionera. Aprendió bengalí y comenzó a enseñar en la escuela de Santa Teresa, cerca de su convento.
Tras hacer sus votos de pobreza, castidad y obediencia en 1931, decidió llamarse Teresa en honor a Teresa de Lisieux, la santa patrona de los misioneros. Fue trasladada al este de Calcuta, donde conoció la miseria y pobreza de esa ciudad. Esta experiencia la cambiaría profundamente, ella lo definió como “la llamada dentro de la llamada”, donde dios le pedía que dedicara su vida a los más desposeídos.
Luego de 20 años de ser profesora, la Madre Teresa de Calcuta se capacitó médicamente, pidió permiso a la Santa Sede para abandonar el convento y así poder fundar su propia congregación en ayuda de los desprotegidos. El 17 de octubre de 1950, dos años después que India se independizó de Inglaterra, se inauguró las Misioneras de la Caridad con la misión principal de cuidar a “los hambrientos, los desnudos, los que no tienen hogar, los lisiados, los ciegos, los leprosos, toda esa gente que se siente inútil, no amada, o desprotegida por la sociedad, gente que se ha convertido en una carga para la sociedad y que son rechazados por todos”, según la Madre Teresa.
En 1952 fundó en un templo hindú abandonado en Calcuta un hogar para moribundos, donde quienes iban recibían atención médica y se les ayudaba a morir con dignidad según sus rituales de fe, aun cuando no fueran católicos.
La obra de la Madre Teresa se expandió en los años siguientes con el envío de sus hermanas y seguidoras a otras partes del mundo. Ya en 1968 se habían inaugurado establecimientos en Roma, Tanzania y Austria e incluso gran parte de Asia, África, Europa y Estados Unidos. Luego en los ochenta logró fundar casas en casi todos los países comunistas, como la Unión Soviética, Albania y Cuba. Para su muerte en 1997 existían más de 600 misiones en 120 países, que atendían comedores, escuelas, orfanatos, hospicios y a enfermos de sida, lepra y tuberculosis.
Su labor humanitaria la hizo creadora de diferentes grupos, entre los que destacan Colaboradores de Madre Teresa y los Colaboradores Enfermos y Sufrientes, compuestos por personas de diferentes creencias religiosas que querían participar de la obra.
Fue merecedora de decenas de premios de diferentes naciones, siendo galardonada con el Nobel de la Paz en 1979 por “trabajo emprendido en la lucha por superar la pobreza y la angustia, que también constituyen una amenaza para la paz”.
A pesar de su profunda dedicación a su obra, la Madre Teresa vivió durante toda su vida una crisis de fe y tuvo muchas dudas de la existencia de dios, según quedó evidenciado en sus cartas y escritos que salieron a la luz cuando se buscaba su santificación por parte de la Iglesia Católica, que finalmente ocurrió el 4 de septiembre de 2016.