Defensora de los Derechos Humanos y ex nadadora profesional siria, Sara Mardini tuvo que huir de su país a causa de la guerra. Junto a su hermana Yusra, también nadadora, salvaron a 18 personas de morir ahogadas cuando el bote inflable en el que viajaban comenzó a hundirse. Al llegar a Europa se unió a Emergency Response Center International (ERCI) para ser salvavidas en las mismas aguas donde casi murió. En 2018, Sara fue arrestada por su trabajo humanitario.
Sara aprendió a nadar antes que a caminar. Pronto empezó a competir en distintos torneos, aunque cuando en 2015 la violencia se desató en Siria ella y su hermana se vieron obligadas a dejar su hogar. Su padre había ahorrado dinero durante años para que, en caso de ser necesario, pudieran irse del país.
Consiguieron escapar, llegando primero al Líbano y después a Turquía donde le pagaron a contrabandistas para que las llevaran a Grecia. Cuando cruzaban el mar Egeo rumbo a la isla de Lesbos, en un bote diseñado para no más de siete personas, la embarcación se empezó a hundir por el sobrepeso. Para que no murieran ahogados, Sara se tiró al mar con Yusra y nadaron más de tres horas hasta alcanzar la costa.
Tras un largo periplo lograron llegar a Alemania donde vivieron durante ocho meses en un centro para refugiados antes de conseguir asilo y poder reunirse con su familia. Más tarde, mientras Yusra se preparaba para participar en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, Sara decidió convertirse en socorrista voluntaria en ERCI, ONG dedicada a salvar las vidas de las personas que han alcanzado las aguas griegas.
En 2018 las autoridades de Grecia la acusaron de tráfico de personas, espionaje y lavado de dinero. Pasó más de 100 días en la cárcel hasta que fue liberada bajo fianza y logró volver a Alemania. Fue parte de un juicio en enero de 2023, donde algunos cargos fueron desestimados y otros se mantuvieron; sigue en vilo frente a una nueva reactivación del caso.
Su historia, y la de su hermana, se puede ver en la película de Netflix Las nadadoras.