Precursora de los happenings, la performance y las instalaciones a gran escala; la argentina Marta Minujín es considerada una vanguardista del arte contemporáneo en su país.
A los 12 años decidió que quería “vivir del arte”. Estudió Bellas Artes en Buenos Aires y a la par asistió de oyente a clases de Filosofía y Arquitectura. Conoció a Alberto Greco, se retiró de la academia y a los 16 realizó su primera exposición individual.
Ganó una beca del Fondo Nacional de las Artes para ir a estudiar a Francia. Por ser menor de edad no tenía derecho a viajar sola, así que falsificó sus documentos, se casó con su actual esposo en secreto y partió. En 1962 regresó a Argentina y un año más tarde volvió a París gracias a otra beca.
Produjo esculturas textiles a partir de colchones y a los 20 hizo su primer happening, “La destrucción”, donde invitó a amigos a quemar todas sus obras. Retornó a su país y se transformó en pionera de esta manifestación multidisciplinaria.
En 1965, junto al connacional Rubén Santantonín, creó “La Menesunda”, un gran laberinto montado en el Instituto Di Tella de Buenos Aires, diseñado para desencadenar sensaciones y emociones en los visitantes. Es considerada como una de las primeras instalaciones en la historia del arte.
Obtuvo la Beca Guggenheim y se fue a vivir a Nueva York. Adhirió al movimiento hippie, se volcó al arte pop y psicodélico e, influida por las teorías de McLuhan, llevó a cabo happenings sobre el impacto de los medios de comunicación de masas.
Erigió el monumental “Obelisco de pan dulce” -que la gente se comió- y tras el fin de la dictadura militar argentina construyó “El Partenón de los libros” con ejemplares que habían sido prohibidos durante la época. En 2017 reinstaló el armazón de acero, textos y envoltura plástica en el festival Documenta 14 en Alemania.
Por su trabajo ha recibido el Premio Konex de Platino en dos oportunidades. Fue distinguida con el Premio Velázquez de Artes Plásticas y con el Premio Americas Society al Logro Cultural.