Hoy es reconocida como una de las pintoras más populares en la década de los 60; Margaret Keane destacó por sus distintivos retratos de niños, mujeres y animales con enormes ojos tristes. Pero su trabajo brilló luego de desenmascarar a su marido, Walter Keane, quien por mucho tiempo robó su identidad, plagió su obra y se adueñó de sus creaciones.
Nacida en Nashville, Tennessee, Margaret de pequeña se distinguió en la iglesia local por sus bocetos de ángeles con ojos grandes. A los 23 años se casó y tuvo a su hija Jane, pero la relación con su marido duró poco tiempo. Fue a mediados de los 50 que conoció al artista Walter Kane, quien se convirtió en su segundo esposo.
Margaret siguió perfeccionando su técnica mientras Keane cerraba su negocio inmobiliario para ponerse a vender los dibujos y grabados de ella en forma masiva. Como las obras estaban firmadas con el apellido “Keane”, las personas interpretaron que Walter era el creador y él no se preocupó en desmentirlo. Los retratos vendieron millones de dólares y se volvieron un ícono popular de ese período.
Fue mediante una situación confusa en el club nocturno The Hungry I, donde Walter supuestamente vendía el arte de los dos, que ella supo la verdad: él la estaba suplantando, alegando que las pinturas de los grandes ojos eran suyas. Pese a ser uno de los momentos más humillantes de su vida, Margaret decidió continuar con la mentira.
Tras diez años de matrimonio se divorciaron. Luego, en los 70, Margaret decidió contar toda su verdad y demandar a Walter por difamación. Tras varias semanas, el Juez a cargo mandó a cada uno a pintar un retrato con los mismos materiales. Ella lo hizo en 50 minutos, mientras que él mantuvo su lienzo en blanco. Su ex esposo se vio obligado a pagarle una indemnización de cuatro millones de dólares por daños emocionales y menoscabo a su reputación.