En la guerra entre la Confederación Perú-Boliviana y Chile, que comenzó alrededor de 1837, Candelaria Pérez se transformó en espía. La chilena, que había estado viviendo en el puerto peruano de Callao, se disfrazó de marinero para poder usar los botes de un buque extranjero y así pasar información a la flota chilena, liderada por el almirante Simpson, que se encontraba incomunicada. La hazaña era una de varias que la convertirían en la primera soldado del Ejército chileno.
Candelaria Pérez nació en Santiago en el seno de una familia pobre, en el barrio de La Chimba. No pudo acceder a la educación, por lo que en su juventud se dedicó a trabajar como empleada doméstica. Junto a unos jefes holandeses, se trasladó a Callao en 1833, donde logró independizarse económicamente. En esa ciudad, la chilena montó un local con sus ahorros, «La fonda de la chilena», donde se encontraba trabajando cuando estalló el conflicto. Sin dudarlo, Pérez se ofreció a traspasar información al Ejército de su país. Sin embargo, fue descubierta y su negocio fue saqueado mientras ella iba a la cárcel. Tuvo que esperar el triunfo de los chilenos en la batalla de Portada de Guías para ser liberada. Entonces, Candelaria Pérez decidió unirse oficialmente al Ejército chileno.
No fue fácil, pues no era costumbre que las mujeres participaran en la guerra. Tras enfrentar las burlas por su deseo de ser soldado, en 1838 fue admitida en el batallón Carampangue como cantinera y enfermera, de modo que se encargaría de la atención, alimentación y salud de los combatientes. Pero además de esas labores, Candelaria comenzó a participar activamente del conflicto armado gracias a su conocimiento del territorio peruano. Dirigió las avanzadas hacia la Fortaleza del Real Felipe en Callao y participó de toda la campaña, a la par de sus compañeros.
Su fama aumentó durante la toma del cerro Pan de Azúcar, en la cual Candelaria no solo escaló fusil en mano, sino que también arengó a sus compañeros, quienes al ver a una mujer tan entusiasta en la batalla se armaron de mayor valentía para atacar. En 1839, Candelaria fue parte de la victoria de la batalla de Yungay, que marcó el fin de la guerra. Tras su desempeño, el general Manuel Bulnes le otorgó el grado de sargento. Las tropas chilenas volvieron a Santiago y fueron recibidas con honores y fiestas, en las que Candelaria, la única mujer presente, se llevó buena parte de los aplausos.
Aunque la sargento Pérez fue admirada por el pueblo, pasó el resto de sus días en la pobreza, dado que la pensión que le asignó el Ejército no le alcanzaba para vivir y que sufría de diversos problemas de salud. Cuando murió, en 1870, solo cinco personas asistieron a su funeral.
* Esta bacana es parte de nuestro libro Mujeres Bacanas Latinas.