El 23 de marzo pasado, la periodista Miroslava Breach salió de su casa alrededor de las 7 de la mañana para ir a dejar a uno de sus hijos al colegio. Le dispararon ocho veces con un arma calibre .38, y cuatro de las balas lograron impactarla, dándole muerte. Miroslava Breach era periodista y escribía para La Jornada y El Norte de Ciudad Juárez, desde Chihuahua. Es la tercera periodista asesinada en México en un mes, y de los casi 100 que han muerto reporteando desde el 2000 en el país, convirtiendo al estado de Chihuahua, donde se encuentra la peligrosa Ciudad Juárez, en uno de los más mortales para el oficio. En el lugar del asesinato quedó una cartulina que decía: “Por lengüona”.
Y es que Miroslava Breach trabajó por tres décadas destapando casos oscuros de corrupción, violencia, abusos y narcotráfico. No trabajaba con protección policial. Como parte de sus investigaciones, destapó conexiones entre la política de su Estado y organizaciones de narcotráfico, que instalaron a candidatos en la carrera por ciertos municipios. Su asesinato fue una respuesta a su trabajo, dijo el gobernador de Chihuahua y esa es la línea de investigación de la Fiscalía hasta el momento. Según el gobernador, había recibido amenazas, pero no las quiso tomar en cuenta ni las denunció.
Breach también había escrito sobre abusos de derechos humanos y agresiones a las comunidades indígenas Tarahumara, donde hay talas ilegales y se han asesinado a sus líderes. En Chihuahua, los carteles de Sinaloa y Juárez se pelean el territorio, y han desplazado a indígenas dedicados a la agricultura. Uno de sus últimos reportajes develaba la existencia de fosas clandestinas en uno municipio del estado. “Sus colegas, activistas y hasta políticos de oposición la consideraban una periodista incómoda para el gobierno y grupos de poder”, describió la BBC al reportar el crimen.
El asesinato ha sido condenado por todo tipo de organizaciones, desde periodísticas a de grupos de mujeres, y en Chihuahua se decretaron tres días de luto.