Muchos no lo saben, pero nuestra vida cotidiana está definida por algoritmos. Se trata de un conjunto ordenado y finito de operaciones que permite encontrar la solución a un problema determinado, y lo usamos diariamente ya sea en un manual para aprender a utilizar algún aparato o en el funcionamiento de nuestro computador.
Augusta Ada Byron, la única hija legítima del escritor inglés Lord Byron, fue la primera en crear un algoritmo. Sus padres se separaron cuando ella tenía sólo un mes y su madre se empecinó en orientarla hacia los números para alejarla de las letras y de cualquier cercanía con su padre. Esto hizo que recibiera una educación muy superior a la media de la época e infinitamente mayor a cualquier mujer de su generación.
En su estreno en sociedad, cuando tenía 18 años, Ada conoció al matemático inglés Charles Babbage, creador de un prototipo de la máquina diferencial, una calculadora mecánica que funcionaba sin la ayuda de una persona. Desde este encuentro, y luego de un viaje a Londres, cuna del maquinismo de la época, se interesó en la máquina del científico Babbage, con quien terminó entablando una amistad basada en el interés por la ciencia. Gracias a su inteligencia, que le permitía distinguir entre datos y procesamiento, Ada comenzó un profundo análisis de las posibilidades de la máquina diferencial, aún incompleta. Más allá de los cálculos matemáticos, logró dimensionar el lenguaje de la programación y sus alcances.
El creciente interés y destreza de su colaboradora hizo que Babbage le encargara a Ada una transcripción al inglés de un artículo en italiano que trataba sobre la máquina diferencial. La traducción y notas, hechas entre 1842 y 1843, fueron los escritos que cambiaron radicalmente la historia de la computación. Ada no solo tradujo el texto sino que complementó con anotaciones propias, tres veces más extensas que el original, entre las cuales se destaca el algoritmo codificado para que la máquina lo ejecutase solo: un programa que calculaba los números de Bernouilli a través de tarjetas perforadas. Así, Ada creó el primer algoritmo destinado a ser ejecutado por una máquina. Este descubrimiento se le considera como el primer software de la historia y, por ende, a Ada como la primera programadora.
Por más de un siglo los aportes de Ada a la ciencia permanecieron desconocidos, hasta que en 1953 un artículo sobre computadoras rescató su legado y le dio su merecida reputación como la madre de la programación.