Es quizás la mejor pluma de ciencia ficción chilena. Elena Aldunate, parte de la generación de escritoras del 50, partió escribiendo sobre mujeres restringidas por la época en que vivían y luego en los 70 saltó a la ciencia ficción, consagrándose. Como muchas otra mujeres su legado se fue borrando, hasta que hace un par de años una nueva generación volvió a hacer circular sus textos y darle el lugar en la historia que merece.
Hija de escritor, Arturo Aldunate Phillips, Elena creció en una familia tradicional y de clase alta chilena. En un principio se dedicaría a su pasión, el ballet, y se entrenó profesionalmente. Pero, como eran la norma para alguien de su clase en la época, se casó a los 19 años, tuvo dos hijos, y dejó las zapatillas de lado. Comenzó a escribir entonces y tras un par de talleres publicó su primer libro, Candia, en 1950. Al igual que sus dos libros siguientes – María y el mar, Ventana adentro-, la temática que ronda las páginas es la mujer y las restricciones que tiene en la época para participar, opinar, vivir. Sus protagonistas son mujeres marcadas por el paso masculino en sus vidas, siempre devastador y restrictivo.
A fines de los sesenta y en los setenta se adentra ya en la ciencia ficción, partiendo con Juana y la cibernética (1963), en donde una mujer de 44 años, sola, pasa el año nuevo en su fábrica para ser poseída por máquinas. Luego El señor de las mariposas (1967), Angélica y el delfín (1976) o Del cosmos las quieren vírgenes (1977). Sus trabajos más insignes fueron recopilados en 2011 en el libro Cuentos de Elena Aldunate: la dama de la ciencia ficción.
Uno de los autores chilenos más destacados hoy, Francisco Ortega, nos resume así su legado: “La dama de la ciencia ficción nacional; la respuesta criolla a la norteamericana Ursula K. Le Guin o a la inglesa Tanith Lee, por nombrar a dos de nombres fundamentales que han marcado pauta en un género tradicionalmente dominado por los hombres. Como K. Le Guin, Elena Aldunate supo construir lo fantástico desde lo femenino y lo feminista; una mirada distinta, acaso más profunda a los mundos y fantasmas creados; y como Tanith Lee aprendió a que lo materno es clave a la hora de diseñar la arquitectura de lo macabro. A la par de Hugo Correa, Elena Aldunate constituye una de las voces más personales de la literatura fantástica chilena, una prosa poética y mitológica (¿y folklórica?) que a través de lo fantástico supo hacer espejo de un presente complejo y lleno de lecturas. Esa es la lectura de Del cosmos la quieren vírgenes, que bien debería de estar apuntada entre las novelas de anticipación más hermosas jamás escritas. Teresa, una profesora rural, una lluvia de misteriosas mariposas azules y una revelación donde el yo mujer es la llave del destino de nuestro planeta. Elena Aldunate no es una profeta del futuro ni una viajera del cosmos, es la voz que entendió que el espacio exterior y el espacio interior son lo mismo; que el universo y el/la individuo son una a las estrellas”.
Fotos: Archivo y Daniela Miller.