Los escritores tienen la responsabilidad de la memoria. Ese fue el trabajo de vida de Kurihara Sadako, la poeta japonesa que estaba a cuatro kilómetros al norte de Hiroshima cuando explotó la bomba atómica. Después de la guerra se dedicó por completo a la poesía y la literatura, y sus trabajos, poemas y ensayos, giran en torno al recuerdo del horror que vivió Japón. Fue a conferencias internacionales, fundó grupos, diarios y fanzines, todos alrededor del recordar Hiroshima y Nagasaki. A través de su arte, se convirtió en una de las más infatigables luchadoras en contra de la guerra nuclear.
Su poema más famoso se llama Umashimenkana, lo que a veces es traducido a Trayendo nueva vida al mundo o Seamos parteras. Acá va una traducción propia de una traducción del inglés, para que ella hable mejor.
“Noche en el sótano de una estructura de concreto hoy en ruinas.
Víctimas de la bomba atómica apretadas en la habitación:
Estaba oscuro –ni una sola vela.
El olor a sangre fresca, el hedor de la muerte,
La cercanía de la gente sudorosa, los gemidos
Desde fuera de todo eso, y he aquí, una voz:
‘¡El bebé ya llega!’
En ese sótano infernal
En ese mismo momento, una joven había entrado trabajo de parto.
En la oscuridad, sin un solo fósforo, ¿qué hacer?
La gente olvidó su propio dolor, preocupados por ella.
Y luego: ‘Yo soy una partera. La ayudaré con el nacimiento’.
La oradora, seriamente herida, había estado gimiendo solo momentos antes.
Así una nueva vida nación en la oscuridad de la boca del infierno.
Y así la partera nació antes de la madrugada, todavía bañada en sangre.
¡Seamos parteras!
¡Seamos parteras!
Incluso si dejamos nuestra propia vida para hacerlo”.