El murciélago boliviano nariz de espada, o Lonchorhina aurita, estuvo desaparecido por más de setenta años. En 2006 dos jóvenes biólogas, compañeras de tesis, exploraban la cueva de San Matías, en Santa Cruz, buscando especies de estos mamíferos alados. Ahí atraparon en su red a un nariz de espada, felices e incrédulas de su hallazgo. Tras ese redescubrimiento, el murciélago entró en la lista de especies en peligro y se creó el primer santuario natural que protege a estos animales en Latinoamérica. Kathrin Barboza, una de las jóvenes biólogas protagonistas del suceso, tenía solo veintitrés años. Desde entonces, los murciélagos, o quirópteros, son su vida.
Kathrin nació en Cochabamba y desde que estaba en el colegio se interesó por la biología, carrera que después entró a estudiar en la universidad. Su primer encuentro con los murciélagos fue a través de un profesor. Luego tomó un curso de bioacústica con la científica alemana Elisabeth Kalko y poco a poco fue conociendo más a estos animales, de los que hay mil doscientas especies en el mundo.
La joven boliviana comenzó a dedicar su vida a estos animales y a generar conciencia en las personas sobre su importancia y particularidades. Por ejemplo, emiten un ultrasonido con el que no solo se comunican, sino que además les sirve para ubicarse en el espacio y buscar alimento. Por eso, para conocerlos y estudiarlos es necesario registrar estos sonidos. Además, como se alimentan de insectos, ayudan al control de plagas y enfermedades, y son polinizadores.
Fue su profesora quien le contó de una beca para investigación en Panamá, de manera que en 2007, tras el hallazgo en la cueva, Kathrin la ganó y partió a estudiar a los murciélagos en la isla de Barro Colorado. Poco después ganó más fondos con la beca Jóvenes Exploradores otorgada por la National Geographic. Nuevamente, siguió investigando a los quirópteros y armó una biblioteca con sus sonidos y su ecolocalización. En 2012 fue premiada por el influyente L’Oreal-Unesco para Mujeres en la Ciencia y al año siguiente la BBC la incluyó en su listado de las diez científicas más importantes de América Latina.