Con 40 horas de vuelo Graciela Cooper logró obtener la licencia de piloto que la convirtió en la primera aviadora de Chile, y quinta en Latinoamérica. Era 1930.
En los comienzo del siglo XX en Chile se iniciaban los primeros intentos de vuelo y desarrollo aeronáutico. El interés por esta rama se dio en toda la población, pero el estricto pensamiento cultural abría sólo las puertas de la aviación a hombres, por lo que existía un vago registro de vuelos de mujeres, en los que figuraban solo como acompañantes. La cercanía de Graciela Cooper al pilotaje comenzó cuando se iba a construir el aeropuerto cerca de su hogar en Ovalle. Si bien este no se realizó, gracias a ese acontecimiento Cooper se enteró que comenzaría la formación de pilotos con cupo para mujeres.
Fue en 1928 cuando Arturo Merino Benítez creó el club Aéreo de Chile en el que dieron un espacio a las mujeres a través de este acceso limitado, que permitía su ingreso a la formación de pilotos civiles. De 60 postulantes, Graciela y Clemencia Echeverría serían las dos aspirantes seleccionadas en este proceso; su compañera lo abandonó en el trascurso. Cooper comenzó su desarrollo de piloto en la base área del Bosque para finalmente en 1930 dar su prueba de 40 horas de vuelo en el Aeródromo de Cerrilos, hecho que la convirtió en la primera mujer en Chile en obtener la licencia de piloto y ser reconocida a sus cortos 19 años como pionera en la aviación civil.
Pese a que no se dedicó de lleno al pilotaje, y recién volvió a incorporarse al Club Aéreo de Chile en 1953, Graciela Cooper marcó un antes y después en la historia de la aviación chilena. Es por esto que el 26 de julio, misma fecha en la que realizó su primer vuelo, se conmemora el día nacional de la mujer piloto.