Con 46 años, la francesa Esther Duflo se convirtió en la segunda mujer desde 1969 en ganar el Nobel de Economía -el que comparte con su esposo Abhijit Banerjee y Michael Kremer-, sino que también en la persona más joven, masculina o femenina, en recibir el honor. Duflo lleva una larga carrera buscando soluciones simples y con base microeconómica para la pobreza en países de África o en India.
Esther Duflo nació y creció en París, hija de un matemático y una pediatra. Aunque en un principio la Historia era su pasión, a través de las experiencias de pasantías se terminó enamorando de la economía, convencida de que tenía un poder real y concreto para encontrar soluciones a los problemas globales. Tras obtener un doctorado en MIT, se convirtió antes de cumplir 30 años en la profesora más joven del instituto.
En el año 2003, junto con Banerjee -con quien se terminó casando más de una década después-, fundó el Poverty Action Lab, o J-Pal, un centro de estudios global que busca asegurar que las políticas públicas creadas para combatir la pobreza se sustenten en evidencia científica. Duflo explica que a veces las soluciones más simples son las que logran hacer mayores cambios, y que parte del trabajo consiste en dejar de infantilizar a la población con menos recursos o de subestimarlos.
Los experimentos que ha hecho J-Pal a lo largo de los años, luego de estudiar en qué gastan su dinero los pobres, cómo usan sus recursos para salud o alimentación, qué priorizan, etc., han llegado a 400 millones de personas. Incluyen mejorar la asistencia escolar en pequeños poblados simplemente al animar a los profesores a sacar fotos de curso todas las semanas. Experimentos recientes incluyen probar seguros de salud para nicaragüenses que trabajan en el sector informal del comercio a través de microfinanciamiento, o ver el impacto de entregar kits de testeo de VIH a domicilio en Malawi.
Al recibir el Nobel Duflo dijo estar sorprendida -porque generalmente le llega a un hombre mayor de sesenta años-, y espera que el honor sea un mensaje a las mujeres economistas porque “simplemente no hay suficientes de nosotras”, dice.