Este año 2017 los Nobel no tuvieron a ninguna mujer entre los premiados. De hecho, en 116 años sólo 17 mujeres han ganado un Nobel en ciencias. Pero está lleno de mujeres realizando importantes hallazgos científicos; dos de ellas son la francesa Emmanuelle Charpentier y la estadounidense Jennifer Doudna, que hace un año recibieron el premio Princesa de Asturias de Investigación.
Doudna es química y catedrática de Química y Biología celular y molecular en la Universidad de California, Berkeley. Ha sido investigadora en el Instituto Médico Howard Hughes (HHMI) desde 1997. Fue elegida para la Academia Nacional de Ciencias de EEUU en 2002 y el Instituto de Medicina en 2010.
Charpentier estudió bioquímica, microbiología y genética en la Universidad Pierre y Marie Curie en París. En 1995 realizó su doctorado en el Instituto Pasteur. Posteriormente se trasladó a los Estados Unidos donde trabajó en diversas universidades y hospitales. Regresó a Suecia, donde obtuvo la plaza de directora de investigación del Molecular Infection Medicine Sweden (MIMS) y es además profesora visitante en el Centro Umeå para Investigación Microbiana (UCMR).
En 2012, Charpentier y Doudna, publicaron, junto a otros investigadores, un artículo en el que describían una técnica para editar genes que podía servir para tratar enfermedades como el sida e incluso para modificar el genoma de embriones para librarles de enfermedades congénitas. La técnica, bautizada como CRISPR-Cas9, da la posibilidad de añadir o quitar material genético con una enzima. Crispr son las siglas de clustered regularly interspaced short palindromic repeats. Se trata de unas secuencias del ADN que se comportan como nanoingenieros genéticos: son capaces de incorporar genes extraños, como los de un virus, y de someterles luego a una variedad de modificaciones.
El método crispr ha sido probado con éxito en ratones y monos, y los científicos creen que es hora de estudiar si tiene uso médico para los humanos con el fin de curar enfermedades genéticas en la línea germinal, es decir, no en el propio enfermo, sino en sus hijos y el resto de su descendencia futura. Pese a lo reciente de la técnica, Doudna y Charpentier ya trabajan con el apoyo de importantes inversores para desarrollar aplicaciones médicas a partir de su método.