Quienes tienen autismo experimentan la realidad de manera diferente y la australiana Polly Samuel, más conocida como Donna Williams, lo sabía muy bien. Escribió cuatro autobiografías sobre sus experiencias como persona con autismo. Cantautora, escultora; su conexión fue a través del arte.
Tenía miedo de comer, el contacto físico la aterrorizaba, la oscuridad le daba pavor. Asociaba dormir con morir. Durante su infancia “el mundo se mostraba impaciente, inoportuno, duro e implacable”. Respondía con llantos, gritos, indiferencia. Frente a la irrupción de los otros intentaba defenderse, correr. Su padre era bipolar, su madre alcohólica y maltratadora.
Cuando tenía 2 años los médicos le diagnosticaron síndrome de Tourette, luego “psicosis infantil”. Fue sometida a diversas pruebas para determinar una supuesta sordera. A los 13 estaba en un hogar de acogida no oficial. La violencia en su casa era tal que se fue.
Un trabajador social y un psiquiatra la ayudaron a terminar sus estudios. Hizo un posgrado en Lingüística, se tituló con honores de Sociología y obtuvo un Diploma de Educación como maestra, aunque al final su salud colapsó por completo. Tenía 24 años.
En 1991 Lawrence Bartak, australiano experto en su condición, determinó que lo suyo era autismo. Escribió su primer libro, Nobody Nowhere, que se convirtió en bestseller internacional. Redactó el guión de una película basada en él.
Lanzó su primer álbum musical en el 2000. Contrajo nupcias con Chris Samuel, trabajó como voluntaria en centros comunitarios. Se unió a la revisión del Consejo de Investigación Médica del Reino Unido sobre las causas del autismo, donde fue nombrada miembro del panel de personas no profesionales.
En 2011 visitó a su doctor por un bulto que crecía rápidamente en su mama. Pese a que le hicieron una mastectomía y recibió quimioterapia, el cáncer reapareció y se ramificó. Terminó su mágico camino agradecida de “una vida maravillosa, plenamente vivida”.