Asus 23 años, probablemente nunca imaginó el título que veinte años más tarde habría de ostentar. Quizás en ese momento -tomando un vuelo sin vuelta desde Manila a Estados Unidos- soñaba con algo grande, pero es difícil que imaginara que el talento hasta ahí oculto en sus manos terminaría alimentando a las personas más poderosas del mundo.
Dejando sin terminar la carrera de Tecnología Alimentaria en la Universidad de Filipinas, Cristeta Gómez Pasia (su nombre de soltera), la décima de once hijos de un funcionario escolar, tomó el primer trabajo que encontró a su llegada en 1985: un puesto en la cocina del hotel del aeropuerto de Chicago. “La chica de las ensaladas“ como le decían, comenzó a echar raíces mientras armaba ensaladas césar sin parar.
Mientras esas manos trabajaban, incrustado en su cerebro el recuerdo de un constante olor a comida en la casa de su infancia fue seguramente el velo que mantuvo latente sus enormes dotes culinarias y que en poco tiempo de labores afloraron con fuerza. Así, ya en sus treinta y tantos, Cristeta se abría paso en Washington D.C. en donde al cabo de unos años terminaría siendo chef y dueña de su propio restorán.
En eso estaba cuando en 1998 un conocido le ofreció un trabajo que ella vio no solo como una oportunidad sino como un gran honor: el sous chef de la Casa Blanca había renunciado para abrir su propio restorán y el puesto quedaba vacante. Fue así como al poco tiempo Cris estaba cocinando los bistecs de 700 gramos con salsa bernesa y aros de cebolla que Bill Clinton tanto disfrutaba cuando Hillary se iba de viaje.
Siete años más tarde su jefe -el chef ejecutivo de la casa de gobierno- fue despedido por los Bush, quienes no pudieron avenirse con el sello afrancesado y elegante de su comida diaria (en especial las hijas, que pedían un informe de calorías de cada plato). Y siete meses tardó la primera dama en decidirse por un reemplazante que estuviera a la altura de sus exigencias.
En agosto de 2005, con 42 años, Cristeta Comerford asumió como chef executiva de la Casa Blanca, convirtiéndose así en la primera mujer y primera persona de minoría étnica en ostentar el cargo. Logró sortear con destreza las mañas de los Bush, pero mejor que eso,hizo excelentes migas con Michelle Obama, transformándose en el principal pilar de su proyecto estrella en la lucha en contra de la obesidad infantil y juvenil.
Cristeta tiene además un marido bacán: John renunció a un muy buen puesto de trabajo para hacerse cargo del hogar mientras ella emprendía el nuevo rumbo. En un mundillo donde de los 50 mejores restoranes del mundo, solo tres son comandados por mujeres, Cristeta se hizo de un espacio importante, sobrepasando estoicamente barreras de raza, de género y de poder.
Lamentablemente, rompiendo la tradición de no cambiar a los chefs ejecutivos a la llegada al poder, Trump despidió a Mrs. Comerford al mes de tumbarse en el salón oval. Pero es bien poco probable que ella se haya dejado derrotar. Como dijo una vez: “Todos me dicen que la Casa Blanca es la cúspide de mi carrera. El problema es que cuando llegas a una cumbre, lo que viene después es solo bajar… no debiéramos llamarla cumbre. Debiéramos llamarla el primer peldaño para las grandes cosas que están por venir”.
Colaboración: Santiago Sahli @sansabor.